Era uno de esos días donde todo parecía… tranquilo.
El clima afuera era suave, templado, la ciudad no rugía como otras veces, y en la oficina el ambiente se sentía casi en cámara lenta. El equipo estaba en sus estaciones, Scarlett en su despacho, y yo… finalmente estaba al día con los informes.
Incluso había café caliente —del bueno, no el de máquina—, Scarlett no había gritado en toda la mañana, y Chris había dicho más de dos palabras seguidas. Una señal inequívoca de paz.
Pero, por supuesto, la calma siempre es el preludio del desastre.
Todo empezó con un correo.
Un mensaje con el asunto en mayúsculas:
“URGENTE – REVISAR DE INMEDIATO”.
Lo abrí. Lo leí. Lo volví a leer.
No tenía sentido.
Un pago duplicado. Una transferencia que no debería existir. Un contrato que no estaba autor
