Capítulo 3: Rutinas

1343 Words
Era un hombre de horarios, necesitaba 25 horas del día para encargarme de cada uno de mis asuntos de trabajo. Por lo que cada minuto contaba, y cada minuto de impuntualidad era una ofensa tan grande a mi ser, que más le valía a quienes trabajaban para mí no llegar tarde. Para eso mi rutina estaba segundo a segundo milimetrada. Me levantaba a las 5:00 AM todos los días, incluyendo los fines de semana. Me cepillaba, bañaba y aseaba a las 5:30 AM. A las 6:00 AM era tiempo de desayunar en mi habitación leyendo diversos periódicos digitales, y a las 6:30 AM Julio me estaba llevando a Bryrne Holdings Co. Para así a las 7:00 AM a más tardar estar llegando a mi piso. Me gustaba que mis empleados estuviesen esperando por mí a esa hora, pudiese que el horario de entrada eran las 8:00 AM, sin embargo, bajo mis órdenes había normas tácitas que eran necesarias de cumplir. De ellas sabían a la perfección mi asistente personal Federico y mi secretario Robert. Ambos llevaban casi los 12 meses trabajando para mí, resultados semi respetables. Federico era padre de una niña pequeña, por lo que no podía acompañarme a viajes internacionales por mucho tiempo. Mientras que Robert era lento con los números. Los soportaba, porque digamos que estaba tratando de mitigar mi carácter. Supuestamente tenía un problema de control de ira, pero no sabía que exigir buenos resultados y expresar algo de volatilidad, era una gran ofensa. Los empleados estaban muy sensibles últimamente de acuerdo a los comunicados de Recursos Humanos a final de semana. Por lo que como líder que era debía mostrar “ejemplo”. Lo que me faltaba. Entro en mi amplia oficina y pocos segundos después lo hacen Federico y Robert, el primero es el encargado de darme una visión profunda de las operaciones diarias; mientras que el segundo se encarga de ordenar eventos, reuniones, etc. Me hablan de mi agenda, de los problemas por solucionar y los ejecutivos con los que necesito hablar. Nuestra reunión matutina inicia a las 7:00 AM y finaliza a las 8:00 AM. Por lo que al dar el reloj esa hora planean irse hasta que la mujer de la otra vez viene a mi cabeza. Comenzaría a trabajar a partir de hoy. —Una nueva empleada les estará ayudando con sus asignaciones — les comunico firmando algunos papeles. —¿Disculpe jefe? ¿Dijo empleada? — esa pregunta me la hizo Federico. Al que veo con un rostro que trata de ocultar su sorpresa, quien no la oculta es Robert. —Su nombre es Elle Fernández. Asígnenle lo que crean conveniente — indico. —¿Elle? ¿Pero cuál es su posición jefe? — cuestiona Robert. ¿Cuál es la posición de Elle? Eso mismo me preguntaron en Recursos Humanos para crear su contrato de prueba. Dije que pusieran lo que creyeran conveniente, igual no planeaba interactuar mucho con ella que digamos y su estadía acá sería eso, temporal. —La que quieran  — doy un gesto con mi mano de que se vayan, y si tenían preguntas sobre de dónde la había sacado, no me las hicieron. Sabían que me molestaban los cuestionamientos e interrogatorios, así como que Elle Fernández era la primera mujer contratada en ese piso durante su labor. Y esperaba que la última. ...... Las semanas fueron pasando en mi rutina tradicional, esa que no fue alterada por nada, tal cual debía ser. No tenía una vida muy divertida o escandalosa como sabía muchos rumoraban. No era un adicto a las perversiones, no tenía negocios con la mafia, tampoco gozaba torturando a los niños como una vez oí decir al que se convirtió en un ex empleado al instante. Si tenía algo importante en mi vida, ese era mi trabajo. No trabajaba para vivir, vivía para trabajar, y el cuervo, ese sobre nombre que no me pude quitar de encima por más despidos que diese, no tenía mucho más que ocultar en su presente. A excepción de las terapias a base de chantajes que mi tío Armando procuraba tuviese para tratar mi diagnóstico. De las cuales me salté la segunda de este mes porque el susodicho estaba al otro lado del mundo. Héctor, espero que esa transferencia exorbitante que te perdiste, te duela maldito. Este viernes no fue mucho más de lo acostumbrado. La noche había caído sobre la ciudad, y podía observar la oscuridad a través de las grandes paredes de cristal de la oficina. Reposo mi cabeza del asiento y volteo la silla para dedicarme a observarla. Me preguntaba si eso estaba bien, que mi trabajo fuese el centro de mi vida. No tenía amigos además de Ramón, Julio y Jacinto, sin embargo, ellos me habían visto crecer prácticamente, les pagaba un sueldo ¿ellos me veían como su amigo? El otro era Armando, el tío que tomó mi patria potestad al morir mis padres en ese accidente. En ese tan esperado accidente. ¿Lo era? No lo creía, había una brecha muy grande entre ambos como para acortarla. ¿Por qué siquiera pienso en ello? Si dejase de ver a gente como Héctor que tratan de reparar tazas rotas, cuando una taza rota nunca podrá pasar por nueva, no pensaría en estas inutilidades. Unos golpes a mi puerta se escuchan, y me extraño al ver en mi computadora de reojo que son las 8:40 PM. —Pasa — pido a quien sea y al este hacerlo se trataba de Elle. Elle Fernández... ¿cómo me pude olvidar de su existencia en... estas semanas? —Buenas noches señor Bryrne — me saluda y la analizo de pies a cabeza. Pudiese no tener una pestaña postiza pegada casi de la frente u ojos como mapaches, pero esta vez su camisa arrugada a la que le faltaba una buena planchada, y su cabello desarreglado, llamaban mi atención. —Acá está el informe que solicitó para esta noche — dice acercándose a mí al mismo tiempo que extiende una carpeta. No solicité ningún informe que supiese, menos a ella, menos a estas horas. Había sido una semana relajada de trabajo, Federico comenzó a adelantar trabajo con eficiencia y Robert mejorado en sus habilidades matemáticas, sus estadísticas eran impecables. Era bueno que estuviese agarrando camino. A este paso los conservaría por un año, estaba orgulloso de lo paciente y considerado que me había vuelto. Abro el informe para toparme con uno que ciertamente no solicité a esta mujer, sino a Federico. Para mañana. Lo leo por encima y me causa curiosidad su pulcritud. ¿Esto lo hizo ella? ¿No será que Federico la quiso ayudar a ganar créditos conmigo? Sea cual fuese el caso el fin de mes estaba próximo, lo que significaba que debía despedirla. Igual no sabía en qué había ocupado su tiempo estos días. ¿No y que iba a presionarla de forma que quisiese renunciar? Mala mía, me olvidé de esta a más no poder. Indiferencia, no odio o ensañamiento, era un hombre funcional en toda la extensión de la palabra realmente. —Bien. Puedes ir a casa, pero mañana pasa por Recursos Humanos — respondo. Ella asiente confundida y está dispuesta a irse pero antes me quiere hablar algo más. —¿Puedo decirle algo señor Bryrne? — me preguntó con esa mezcla de temor pero entereza de la otra vez. —¿Qué? — dejó de mirarla, me incomodaba ver a una mujer por un largo periodo de tiempo. Me dedico a mi pared transparente. —Gracias por esta oportunidad. Espero haber estado a la altura de la confianza que ha depositado en mí. No le respondo nada, porque nada hay por responder. No he confiado en ella, no he pensado en ella y mañana planeaba que Recursos Humanos la despidiese por mí. —Con-con permiso. Buenas noches — se despide de forma torpe, y al escuchar la puerta cerrándose no pude dejar de ver la carpeta que me había entregado. Sospechando algo, levemente algo, que no podía ser cierto ¿verdad?
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