Seguido de ese experimento llamado beso entre Elle y yo, no teníamos tiempo que perder. Por lo que le di el anillo de compromiso que había comprado, uno sencillo, el primero que pude ver en la joyería más temprano.
Sin embargo, eso de que los diamantes son los mejores amigos de las mujeres parecía ser mentira, porque Elle me exigió que si nos casaríamos por las apariencias, debía darle el anillo en una propuesta vistosa y romántica. No le contradije y ella misma se organizó la pedida de mano, yo solo fui un actor contratado a último momento. Uno que disfrutó de cómo esa mujer había hecho ella misma su fantasía realidad, con descaro y sin disimulo.
Elle era muy detallista, y que escogiese un restaurante que era transcurrido por mi círculo social no fue una coincidencia. Pero aunque alguno
