Capítulo 5: El arte de ignorar

1361 Words
Mis 29 años fueron recibidos de la mejor manera que pudiese ser posible: trabajando. Trabajando a tal extremo que no tendría tiempo ni de contestar llamadas fastidiosas de mi familia, ni mucho menos ir a esas cenas que Armando se empeñaba en hacerme de manera anual. Era perfecto y capaz de subirme el ánimo como nadie tenía idea. Además Héctor estaba enfermo de resfriado por lo que no había tenido que verle la cara. Estaba de tan buen humor que los gritos no eran propios de Aidan Bryrne este día. Para completar mi dicha, un viaje de emergencia había salido, esta vez a Bogotá. Sin señal, en un avión, solo conmigo mismo, era lo mejor de lo mejor. Hasta que no fue lo mejor de lo mejor. —Perdón jefe pero no puedo ir a este viaje, a mi esposa la operaron como sabrá y este fin de semana mis suegros no podrán cuidarla — se excusa Federico. Allí va de nuevo. Estaba por destituirlo. Hijos, esposa, solo eran un estorbo que no te permitían trabajar como se debía. Así me lo dio a entender en esta nueva reunión matutina entre este, Robert y ah... Elle. Pero Elle no es una opción, ni lo será. —Robert alístate en su lugar si es así y- — le pido. —Tengo ... mi pasaporte vencido jefe ¿no hay problema con eso? — esa es la excusa de Robert. Robert era un lento, no solo en las matemáticas. Conociendo las ataduras de Federico, y que no podía acompañarme a este tipo de viajes, ¿en serio no calculó lo de su documentación? Si algo me molestaba era la gente dormida y que no sabía dónde estaba parada. Suponía que tendría que ir solo. —Si ninguno de los dos puede, ¿por qué no va con Elle jefe? Como está tan preparada y es tan eficiente en todo lo que hace — menciona Federico en una voz sugerente. ¿En un avión privado con ella? Espero que esta haga la negación que espero haga, pero... —Si me permite puedo ayudarlo señor Bryrne. Estoy a su disposición — me propone con firmeza esa mujer. Una firmeza que deja a sus dos compañeros viéndose entre sí en un chiste interno, que no sé comprender. Ni me molesto en hacerlo. Necesitaría ayuda, y esperaba que Elle no mordiese, ni rompiese la distancia de un metro de mí. ........ El arte de ignorar es lo que ocupamos en el trayecto hacia la capital colombiana. No solía volar en aviones comerciales, y esta clase de viajes eran sustentados por la compañía con su avión privado. Por lo que en esas pocas horas que tuve que compartir un espacio de aire reciclado entre esa mujer y yo, no fueron el momento más cómodo de mi vida. Pudiese que la estuviese ignorando, pero era consciente de su presencia y de su propio nerviosismo. ¿Por qué debería estar nerviosa? Para este punto había desistido de la idea de despedirla, porque era bastante tolerable. De hecho a medida que Elle se convertía en tolerable, menos tolerable se hacían mis otros dos empleados. Tratando de pasar por mi propia incomodidad, llegamos al destino y acudo a la reunión de emergencia a la que fui solicitado. Básicamente se trataba de un recorte de personal masivo, esta sede estaba tratando de diversificarse, lo que conllevaba a una gran inversión, que no podría sostener la planilla actual. De este clase de líos no tenía una relación directa, los directivos asumieron estos riesgos en pleno conocimiento, y respaldados por mi tío. Sin embargo, mi presencia era necesaria con socio mayoritario y para dar aprobaciones. Fue una reunión tensa, larga y agotadora, muchas mediaciones y razones como defensas de los despidos. En eso Elle me ayudó a tomar notas y a refrescar mi memoria sobre los puestos de los candidatos, los ubicaba en la base de datos. Para semejante tarea tuvo que romper la barrera de un metro, y lo que pensé sería mi día de trabajo sin parar como celebración de cumpleaños, se volvió una tortura. Esta vez sí había usado perfume y soltado su cabello, que parecía planchado con orden. Era una desgracia. Tan así que finalice con dolor de cabeza en el auto que nos llevaría al vuelo de regreso. Estaba en el asiento trasero de lado izquierdo, y sorpresa, Elle en el lado derecho. Mientras yo veía por la ventana, un peso cálido lleno mi hombro, era Elle... se había quedado dormida y estaba afincándose de mí hombro... de mi hombro. —¡FERNANDEZ! — le grito haciendo que esta de un brinco asustada lejos de mí. —Lo siento señor Bryrne, perdón — bosteza tapando su boca — es que no dormí muy bien anoche y este día estuvo muy ajetreado. No quiero que esta mujer se vuelva a dormir en mi hombro, por lo que trato de mantenerla despierta. —¿Por qué no pudiste dormir bien? —¿Disculpe? — indaga confundida. —¿Que por qué no pudiste dormir bien Elle? — le respondo algo molesto. ¿Está sorda o qué? Lo que está es desquiciada porque sus ojos me sonríen. —¿Por qué me extraña que un hombre tan considerado como usted me haga semejante pregunta? Mala mía — me dice la atrevida esa — es que planché mi cabello con una nueva alisadora. Estaba aprendiendo a usarla y... ¿cree que luzco presentable? —Lucirías mejor si te raparás la cabeza — digo seguro de eso. El cabello largo era detestable. Esta vez si no hay sarcasmo ni nada de por medio, Elle no puede contener sus risas, yo le miro con odiosidad. Era en serio, luciría mejor rapada. Ante mi mirada ella tapa su poca y trata de enseriarse, aunque sus ojos siguen riendo. ¿Qué le daba tanta risa? —¿Hace una bonita noche no? — me comenta viendo por su lado de la ventana. Ignorándome más bien. —Sí. Pero quiero que sea mañana lo más pronto posible — afirmó. —¿Por algo en particular? ¿Puedo saberlo? — me devuelve. —Es mi cumpleaños... Le reveló para que ella se sorprenda y no sepa que decirme por un largo rato. —Felicidades. ¿Quiere que organice una especie de reunión, fiesta, cena o viaje para el fin de semana señor Bryrne? — es la respuesta de la eficiente Elle. —Nada de eso. No me gustan los cumpleaños. No entiendo qué tienen de especial o por qué deberían darse felicitaciones por estos. ¿Qué tenía de bueno desperdiciar tiempo en algo que era natural? Seguir con vida. Puedo ver que Elle me mira cansada y niega para sí misma, sonríe para sí misma. —Pensaba algo así cuando mis hermanos nacieron ¿sabe? Soy la hija mayor entre dos hermanos, son mellizos. Michel y la terrible Carol tienen 19. Y nuestros padres estaban tan pendientes de ellos que me hacían sentir celosa, tuvieron una fiesta de cumpleaños el doble de colorida que la mía, estaba muy molesta — se ríe — pero luego entendí que más que la piñata y el pastel, en el cumpleaños de mis hermanos debía estar agradecida de tenerlos... No sabría si seguiría en pie después de haber perdido a mamá y a papá, si no los hubiese tenido. Noto como seca su ojo derecho a pesar de que está bastante oscuro en el auto. Era algo impresionante pero sus lágrimas no me molestaban tanto ahora. —¿Cuándo murió tu madre? — pregunto. —Hace 9 años... Por los números que me dio, sus hermanos quedaron sin madre siendo niños y ella adolescente. Además con lo de la muerte del papá de poco tiempo también, Elle era una mujer fuerte, y que sin quererlo cada vez me agradaba más. —Has hecho un buen trabajo hoy Elle. El lunes dirigite a Recursos Humanos — digo abriendo la puerta para salir del auto ya estacionado. Al siguiente día me comunicaría con Lorena, no para que la despidiese, sino para que le aumentase el sueldo. Cualquiera que pudiese no arruinar mi cumpleaños, se lo merecía.
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