CAPÍTULO DOS

1290 Words
CAPÍTULO DOS La oficina de campo de Omaha era agradable a la vista. Era más pequeña que las oficinas centrales en DC, lo que significaba que había menos parloteo. Tampoco había esa sensación de tensión como si siempre estuviera a punto de pasar algo importante, una característica que, por lo general, impregnaba las oficinas de DC. Este lugar estaba calmado. Mientras estaban registrándose en recepción, Mackenzie notó que un hombre se dirigía directamente hacia ellos. Caminaba con determinación, y una leve sonrisa en su rostro. Su cara resultaba familiar pero no se le ocurría ni de lejos cuál podría ser su nombre. “Agente White, me alegro de verte de nuevo,” dijo el hombre a medida que se aproximaba. Medía cerca de uno noventa y tenía una buena planta. Era bastante delgado, pero, aun así, conservaba un aspecto intimidante. Su sofisticado cabello n***o peinado hacia atrás le hacía parecer algo más mayor de lo que probablemente era. “Igualmente,” dijo ella, estrechando la mano que le estaban extendiendo. Agradeció que Ellington se acordara de su nombre, y que lo utilizara cuando los dos hombres se saludaron. “Agente Penbrook,” dijo él. “Encantado de verle.” Entonces se acordó; el agente Darren Penbrook había estado al cargo del caso cuando ella voló hasta aquí con la esperanza de arrestar a Gabriel Hambry—para acabar descubriendo en menos de una hora que le habían asesinado. “Venid conmigo,” dijo Penbrook. “No es que vayamos a tener una reunión formal, pero hay unos cuantos detalles de los que creo que deberíais estar al tanto… algunos de ellos bastante recientes.” “¿Cómo de recientes?” preguntó Mackenzie. “De las últimas veinticuatro horas.” Mackenzie ya sabía cómo funcionaban las cosas en la mayoría de los niveles del bureau y asumió que no serían tan diferentes en Omaha de lo que lo eran en DC. No serviría de nada hacer preguntas en ese momento. Por eso, durante el trayecto en el ascensor hasta la segunda planta y un breve paseo por un pasillo que llevaba a una sala de conferencias sin salida, los tres se pasaron el tiempo hablando de cosas irrelevantes: el vuelo, el clima, el ajetreo que siempre había en DC. No obstante, se deshicieron de todas esas formalidades en el momento que Penbrook les llevó a la sala de conferencias. Cerró la puerta detrás suyo, y se quedaron los tres en la amplia sala con una mesa de conferencias elegante y delicadamente abrillantada. Ya estaba preparado el proyector, listo para ser utilizado en el centro de la mesa. “¿Y a qué clase de novedades te estabas refiriendo?” preguntó Mackenzie. “Pues bien, ya sabéis lo del cuarto vagabundo asesinado, ¿no es cierto?” les preguntó. “Sí. Sucedió ayer, ¿verdad? ¿En algún momento por la tarde?” “Así es,” dijo Penbrook. “Le mataron con el mismo modelo de arma con que mataron a los demás. Esta vez, sin embargo, el asesino había colocado la tarjeta de visita entre los labios de la víctima. Hicimos que examinaran la tarjeta y no había huellas dactilares. El vagabundo no era de por aquí. La última dirección que tenemos de él es de California y eso fue hace cuatro años. La búsqueda de familiares o de otra gente que haya trabajado con él no ha dado más resultados que una caza del fantasma. Y así ha sucedido con la mayoría de estos vagabundos. Lo que si hicimos, no obstante, es encontrar a su hermano. También es un vagabundo y según sus informes, puede que esté ligeramente delirante.” “¿Algo más?” preguntó Ellington. “Sí, y esto es realmente jodido. Lo cierto es que nos ha puesto a dar vueltas y en este momento, es donde el caso está atascado. Recordáis las huellas que conseguimos en el cuerpo de Gabriel Hambry, ¿verdad?” “Sí,” dijo Mackenzie. “Pertenecían a un hombre llamado Dennis Parks—un hombre que tenía un historial con mi padre.” “Exactamente. Sonaba a pista prometedora, ¿a que sí?” “¿Entiendo que la pista resultó fallida?” preguntó Mackenzie. “No había nada que hacer. Encontraron a Dennis Parks muerto en su cama esta mañana. De un tiro en la nuca. A su mujer también la mataron. Por lo que podemos decir, también la mataron en la cama, pero trasladaron su cuerpo al sofá.” Tanto Penbrook como Ellington miraron en dirección a Mackenzie. Sabía lo que estaban pensando. El asesino lo preparó todo para que fuera exactamente igual a la escena del asesinato de Jimmy Scotts… igual que el asesinato de mi padre. Penbrook aprovechó este momento para mostrarles una diapositiva de la escena del crimen. Era una foto de Dennis Parks, tumbado boca abajo sobre la cama con la nuca desgarrada. Su posición resultaba casi escalofriante para Mackenzie. Si no llega a saber la identidad de la víctima, podría haber pensado sin ningún problema que estaba mirando a una foto de la escena del crimen de su padre hacía todos esos años. Entonces la diapositiva dio lugar a una imagen de la esposa. Estaba en el sofá, con su mirada muerta fija en el techo. Había sangre reseca a un lado de su cara. “¿Había una tarjeta de visita en la escena?” preguntó Mackenzie. “Sí,” respondió Penbrook. “En la mesita de noche. Y, para que entiendas el alcance de todo ello, aquí tienes una foto de la última escena con un vagabundo.” Cambió de diapositiva y ahora Mackenzie vio a un hombre tumbado sobre el pavimento de una ciudad. El lateral de su cabeza estaba totalmente ensangrentado, en casi perfecto contraste con la tarjeta de visita blanca que le habían medio metido a la fuerza entre los labios. “Parece como si el asesino estuviera divirtiéndose a estas alturas,” dijo Ellington. “Es de locos.” Tenía razón. Mackenzie estaba convencida de que había algo de carácter casi lúdico en la manera en que habían colocado la tarjeta en la boca de la víctima. Añade eso al hecho de que el asesino parecía estar colocando huellas dactilares en las tarjetas y otras víctimas para llevarles a callejones sin salida y eso quería decir que te las estabas viendo con un asesino decidido, inteligente y macabro. Se cree muy gracioso, pensó Mackenzie mientras miraba la fotografía de la víctima. “¿Entonces por qué está escogiendo matar a vagabundos?” preguntó Mackenzie. “Si ha regresado para matar a más después de tanto tiempo tras matar a mi padre, ¿por qué los sin techo? ¿Y hay alguna conexión entre estos vagabundos y Jimmy Scotts o Gabriel Hambry?” “Ninguna que hayamos encontrado,” dijo Penbrook. “Así que quizá solo nos lo esté restregando por las narices,” dijo Mackenzie. “Quizá sepa que las muertes de los vagabundos no van a tener el mismo nivel de prioridad que si estuviera matando a ciudadanos de los de siempre. Y, si ese es el caso, entonces realmente está haciendo esto casi como un acto lúdico.” “Eso sobre la comunidad de vagabundos,” dijo Ellington. “Si hacemos unas preguntas por ahí, ¿crees que podríamos obtener alguna clase de información de los demás vagabundos de la zona?” “Oh, ya lo intentamos,” dijo Penbrook. “Pero no quieren hablar. Tienen miedo de que quienquiera que sea el autor de la matanza vendrá a por ellos a la próxima si dicen algo.” “Necesitamos hablar con el hermano de la última víctima,” dijo Mackenzie. “¿Alguna idea sobre dónde puede estar? ¿Vive en los alrededores?” “Algo así,” dijo Penbrook. “al igual que su hermano, está viviendo en las calles. Bueno, estaba. En este momento, está en una instalación correccional. No consigo recordar debido a qué, pero quizá por intoxicación en público. Su historial está repleto de pequeños delitos que le llevan a la cárcel durante una o dos semanas cada vez. Sucede a menudo, saben. Algunos de ellos solo lo hacen para tener un techo gratis durante unos cuantos días.” “¿Tienes algún problema en que vayamos a verle?” preguntó Mackenzie. “En absoluto,” dijo Penbrook. “Haré que alguien les llame para decirles que vais para allá.” “Gracias.” “Creo que soy yo el que debería daros las gracias,” dijo Penbrook. “Estamos emocionados de que por fin estés aquí trabajando en este asunto.” Por fin, pensó Mackenzie. Sin embargo, no dijo nada y lo dejó estar ahí. Porque lo cierto era que ella también estaba emocionada. Estaba emocionada de tener por fin la oportunidad de solventar un caso realmente extraño que estaba removiendo cosas de su infancia y que apuntaba directamente de vuelta a su padre.
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