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1503 Words
Ya habeís leído además de que os he contado mi historia cuando era una niña inexperta además de todo lo que afronte para llegar a contaros mi vida desde que llegué a este lugar siendo apartada de mis padres en Atenas siendo tan solo una flor que esperaba abrir sus pétalos en primavera, me arrancaron del piso para obligarme a ser esposa joven de un hombre que me lastimo de tal manera Ahora que estoy por ir en presencia de nuestro creador para dar cuenta de mis pecados, mi joven sirviente Callius, hijo de Livia mi más fiel sirviente se encargará de escribir mi vida y que sepaís que todo aquello contado por Niceforo y sus lacayos ha sido mentira, hice algo terrible de lo cual me he arrepentido, pido que Dios tenga piedad de mi alma, debí morir aquella noche al escuchar sus gritos ¡Oh, mi Dios!, os suplico vuestro perdón Días antes de la coronación Constantinopla, 771 año de nuestro señor Livia entro a mis aposentos con una cesta de bejucos, yo permanecía serena sentada junto a mi terraza. La brisa del Bósforo levantaba mi cabello suelto, el verano candente envolvía al palacio, suspiraba cerrando los ojos ya que el estar de encargo hacia que mi calor corporal aumentará de manera extraña Señora— Livia hablo a mi espalda— hace bastante calor está tarde— se colocó a mi lado— os he traído esto, dice el cocinero que en antaño Roma y Grecia solían comer esto para refrescar el cuerpo— entrego en mis manos un cuenco de oro con escarcha la cual desprendía un dulce aroma ¡Qué dulce aroma!— exclamé sintiendo como mi boca se comenzaba aguar— ¿Qué es?— pregunté mirando el cuenco, lograba sentir como la terrible ola de calor iba abandonando mi cuerpo de a poco, había frutos rojos dispuestos sobre este, su sabor dulce a frambuesa despertó mis sentidos haciendo que lo degustará hasta su final ¿Qué os ha parecido?— sonrío alegre sin apartar su mirada de mi Decidle al cocinero que está vez, el raspado ha quedado estupendo— sonreí entregando en cuenco en sus manos— permaneceré aquí en la terraza, podéis marcharos Livia Cómo ordeneís, mi señora—Livia tomo el cesto y el cuenco para salir de mi habitación dejándome en completa soledad El bullicio del pueblo sumado con el alboroto del palacio con la coronación en puerta logro abrumarme aún más, en mi pecho guardaba la sensación de que algo me aguardaba ahí en los umbrales del tiempo ** Mi señora— Livia entro en mis aposentos— ¿Estaís preparada?, al fin será esta noche Es verdad— cerré los ojos mientras el aire del mediterráneo levantaba mi larga cabellera— al fin seré coronada esta noche como emperatriz Vuestras túnicas están reposando sobre el lecho, podréis darles un vistazo— su voz comenzaba a ser lejana puesto que estaba en la mitad de la habitación Les daré un vistazo más tarde, Livia ¿Podréis retirarlos si no son de mi agrado?— giré sobre mis talones para verla como permanecía sobre el imponente piso del lugar Si a mi señora no le agrada lo que sus ojos verán me encargaré de buscar aquello que si sea de vuestro agrado— sonrío bajando la cabeza para salir del lugar Mire de nuevo el océano ante mi, ese bello sonido que hacían las olas para romperse sobre la blanca arena producía paz en mi corazón, observe cómo las personas caminaban en la plazoleta de Bizancio escuchando el bullicio sobre la coronación de la princesa ateniense en tierras bizantinas, suspiré caminando hacia el interior de mis aposentos, miraba el lugar sin evitar recordar lo que había vivido ahí ** ¡Pujad!— exclamó la mujer separando mis piernas— ¡Vuestro hijo corre peligro! Mire a Livia, ella estaba tan asustada como yo, el dolor recorría mi interior, implore al cielo por mi hijo, la matrona gritaba que la vida de mi hijo corría peligro y la mía también, y así lo hice puje hasta que la fuerza me abandono cayendo en desmayo Abrí los ojos de nuevo, mi vientre estaba inflamado pero no había señal de mi hijo, mire a mi fiel sirvienta, al ver su rostro con lágrimas, trague saliva sintiendo el corazón salirse de mi pecho Mi hijo— dije buscándole por toda la habitación— ¿Dónde está?, Livia Él Nacio.... muerto— comenzó a sollozar con fuerza mientras que yo movía mi cabeza negando aquellas palabras que acaba de escuchar salir de sus labios ** La muerte de mi hijo era un dolor que tendría clavado en mi pecho toda la vida, quizá había pasado tiempo y había perdonado a Loreto la cual había fallecido hacía dos años, había arrebatado su vida con mis propias manos al clavar en su pecho la daga con la cual intento asesinarme,también había perdonado a mi esposo sin embargo no era ni sería feliz al tener que recordar todas aquellas noches de soledad las muerte de mi pequeño no nato el cual estaría por entrar a su segundo año de vida La noche había tomado la antigua capital del imperio, las velas fueron encendidas de manos de mi fiel sierva haciendo que esta tomara una apariencia amarilla y ocre Señora— Livia sonrío— ¿Estaís lista? ¿Es momento de vestirme?— pregunté mirándola de reojo Observe como esta asintió para dirigirse a tomar mis ropas del lecho, desnude mi cuerpo este se erizo al contacto del viento, al terminar de vestirme con las túnicas de emperatriz caminé al espejo de obsidiana traído desde Turquía como obsequio del gran Alpagü, Kan del cielo y la tierra como muestra de amistad entre Constantinopla y Turquía Lo que mis ojos observan es de mi completo agrado— sonreí mirando a través del espejo como Livia peinaba mi cabello— ¿Podréis el Manniakis? El emperador me ha dicho que el os lo pondrá por ser vuestro esposo y emperador, con ello se dirá que sois la emperatriz del imperio— sonrío asomando su cabeza por mi hombro reflejándose en el espejo Me gire lentamente para mirarla,estaba por dejar de lado mi título de princesa consorte para ser la emperatriz de Bizancio, yo daré a luz a los descendientes del trono ¿Estáis preparada?— preguntó sonriendo— es momento mi señora Estoy preparada para lo que sigue— suspiré Las puertas se abrieron dejando ver a mi esposo el cual entro con alegría y la cabeza en alto Mi señor— ambas nos inclinamos No debéis inclinaros, mi señora sois mi esposa y próxima emperatriz— levanté mi cabeza para mirarlo— lucis hermosa está noche, debéis venir conmigo de inmediato ¿Sucede algo?— pregunté asustada No— sonrió— es momento de vuestra aparición ante vuestros vasallos quienes esperan por vos Livia sonrío separándose de mi lado, camine junto a mi esposo y así salí de aquella habitación por el pasillo haciendo que todos se inclinaran ante mi ** Atenas, 758 ¿Qué hacéis?— preguntó mi madre con una pequeña sonrisa formada en sus labios La mire asustada haciendo que la corona con zafiros y rubíes cayera al piso de manera estrepitosa, las piedras preciosas salieron volando por toda la habitación Yo...— comencé a llorar ¡Oh, mi pequeña!— se colocó de rodilla frente a mi— lamento haberos asustado, no lloreís que partis mi corazón en pedazos He roto nuestra corona favorita— dije en sollozo cubriendo mi cara con vergüenza Irene— suspiro— no ocurre nada en absoluto, mira— tomo las piedras preciosas en sus manos para después mostrarlas frente a mis ojos— un día seréis reina de Atenas y os prometo que está corona lucirá en vuestra coronilla divina Descubrí mi rostro lentamente mientras miraba como Sofía acariciaba mi cara con amor y cuidado, beso mi frente para ponerse de pie y llevarme tomada de la mano ¡Junia!— exclamó mirando la puerta está se abrió al instante Decidme, mi señora— su joven sierva entro inclinando su cabeza Llevad estás piedras y pedid que una corona hermosa y digna de una reina sea cubierta por estás bellas piedras— depósito las piedras en manos de Junia haciendo que está saliera a prisa del lugar ** Al entrar al salón del trono, el patriarca aguardaba por mi, me coloque de rodillas mientras era retirada de mi la capa con los emblemas de Atenas y Constantinopla, la corona puesta sobre mi cabeza aquella con la cual llegué a este lugar hace dos años, ese regalo de mi madre Sofía hacia nueve años para ser colocada sobre mi cabeza el manniakis de emperatriz del mundo ¡Salve nuestra emperatriz!— los nobles vitoreaban al unisono Me puse de pie para mirarlos, entendía lo que dejaba atrás; ahora soy Irene, emperatriz de Bizancio madre de los próximos emperadores del sacro imperio romano de oriente
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