Capítulo 6: Lamento no estar ahí.

3641 Words
Luego de ponerse los zapatos salió de la habitación cerrando la puerta. Suspiro y rasco su cabeza con la mano izquierda mientras caminaba. Sabía muy bien lo que pasaba en la casa de Subaru. Sus padres no le prestaron la atención debida desde que era muy pequeño. Cuando lo conoció era un chico muy callado y reservado. El primero que se le acercó fue Max, no dejaba de hablarle y seguirlo por todos lados junto a David hasta que Subaru cedió. Cada vez que Max molestaba a un becado hasta que se fuera del colegio podía notar lo satisfecho que estaba Subaru, hasta sonreía. Henry se dio cuenta mucho antes que él mismo sobre eso. Disfrutaba verlos sufrir y suplicar. Y ¿Ahora quería ser mejor persona?, ¡Qué estupidez! Solo era un hipócrita que no tardaría mucho en dejar esa culpa guardada en una caja reforzada dentro de su cabeza. Solo se comportaría de esa forma hasta que le dejé de llamar la atención el chico. Lo admitiría, era interesante, en todos los años que estuvo junto a Max, como también, desde que creció, nunca hubo una sola persona que fuera en su contra. Pero eso era lo que hacía las cosas más divertidas. Este mundo se trataba de la supervivencia del más fuerte, solo aquellos que tenían poder, dinero, eran los únicos capaces de sobrevivir. Los demás sólo eran débiles y estaban destinados a doblegarse a sus pies. Así es como es el mundo, es la realidad. Estaba muy seguro de que su amigo no tardaría mucho en ser otra vez el mismo de siempre, solo era eso, una distracción momentánea. Divertida, pero fugaz. Henry apoyó la mano en el picaporte y abrió la puerta. Camino hasta su asiento con una sonrisa y las manos metidas en los bolsillos del pantalón. El profesor no se atrevió a decirle nada. Esto era muy común, por más que fueran los adultos, los chicos con más poder eran los que mandaban. Hubo un profesor que fue en contra de Max en el pasado y lo único que consiguió fue que lo despidieran, nunca más volvió a conseguir otro trabajo. Nadie se atreve a ir en contra de los que tienen el poder. Sacó su mano del bolsillo y dio tres golpes con su palma sobre la mesa de Subaru—Se nota tu preocupación—Se rió al notar que su cuerpo temblaba. Dejó de molestarlo y tomó asiento detrás suyo. La clase transcurrió con normalidad, sin ningún contratiempo. Lo único que hizo el profesor fue presentarse y hablar de los temas preparados para este año, no dejó tarea o trabajo por entregar, solo fue una larga charla. El sonido de la campana sonó más fuerte y distorsionada por el parlante de color n***o, colgado sobre la puerta. —Que porquería—Dijo Max tapando sus oídos. Subaru se levantó del asiento dejando la mochila sobre la silla. —¿Adónde vas Subaru?—preguntó Max sosteniendo su brazo. Su entrecejo estaba arrugado, en sus ojos verdes había enojo. —Max, no pelees—David se puso de pie y tocó su mano, su voz se escuchaba nerviosa. Lo miraba con los labios apretados y la nariz arrugada. Cada vez que su amigo ponía esa cara lo obligaba a tranquilizarse. Suspiro y miro de nuevo a Subaru buscando una respuesta. —Dejalo Max, que haga lo que quiera—Henry se apoyó en el respaldo de la silla y llevó sus dos manos detrás de su cabeza. Sonrió y continuó—Ya se va aburrir. —Estúpido—Movio su brazo para soltarse de Max y se puso frente a Henry. Con una sonrisa por conseguir lo que quería, se puso de pie a centímetros de su cara—Pelea. David se puso delante de Max sin dudarlo, los observaba con mucha atención sin pestañear, una gota de sudor descendía por su mejilla. Subaru apretó sus manos en un puño dejando salir un gruñido, apretó los dientes, pero antes de hacer un movimiento la voz de David lo detuvo. —Basta, no es el momento ni el lugar para hacer este escándalo—Su tono de voz era serio. Sus compañeros los miraban sin pestañear. —Tienes razón—Subaru relajo su cuerpo, dio unos pasos atrás sin dejar de ver a Henry a los ojos, desafiante. En respuesta solo dejó salir una carcajada. Volvió a meter las manos en los bolsillos sin quitarle la mirada de encima, pero mostrándole que no lo molestaría más. Subaru salió del salón sin decir nada más. Sus pensamientos estaban todos mezclados, entre ellos solo resonaba la risa de su amigo, una sola palabra se repetía una y otra vez, hipócrita. Es verdad, él no era el tipo de persona que ayudaba a los demás y menos a una persona de clase baja. No sabe bien en que está metido su padre, pero se pasó, desde que tenía memoria, ayudando a personas de clase baja o en el trabajo, olvidando que tenía un hijo. Su madre le reclamaba que apenas estaba en la casa, que ni siquiera lo veía. Las personas a su alrededor se alejaban al saber lo que hacía su padre, para la sociedad de clase alta era irrespetuoso no tratarlo como lo que eran, simple servidumbre. Por mucho tiempo se llenó de odio que solo se calmaba cuando Max los molestaba. Ahora estaba entendiendo porque su padre se comportaba de esa manera. Pero eso no quitaba el hecho de que por su culpa su infancia fue una mierda, capaz siempre estuvo en su sangre ser así por ser su hijo. —¡Mierda!—Sus pasos eran cada vez más rápidos. Su voz se escuchó como eco en el pasillo vacío, iluminado por la luz del sol que entraba por la ventana. Ahora estaba pasando lo mismo, discutir con sus amigos a causa de un chico pobre. Se paró frente a la puerta cerrada, colgado de un tornillo había un cartel que decía "enfermería-camas". Posó sus manos en la cintura y bajó la vista al piso, ya no sabía qué pensar, no quería hacerlo, negaba con la cabeza cerrando los ojos muy fuerte. Golpeó su frente tres veces con la puerta apoyando su mano sobre la manija de color dorado y la abrió tomando una gran bocanada de aire. En la primera cama, tapado con una manta fina, lisa y blanca, alcanzado por los rayos del sol de la ventana, acariciando su cuerpo de los pies hasta el pecho, estaba Tay inconsciente. A su lado, sentado en una silla con la mano apoyada sobre su estómago, dando leves caricias con cuidado, estaba Ren. Se volteó para verlo y frunció el ceño. Se puso de pie sin alejarse de la cama. —¿Qué quieres? Su garganta se cerró, era como si alguien lo estuviera estrangulando, esas manos invisibles bajaban hasta su pecho presionando con fuerza. Bajo la cabeza al piso y con palabras trabadas le respondió—Quería ver cómo estaba—Volvió a mirarlo. —¿Por qué?—Ren se acercó y lo agarró de la camisa atrayéndolo más cerca. Por la cercanía podía escuchar el rechinido de sus dientes. —¿Para ir a decirle a la mierda con la que te juntas?—Su aliento chocaba con sus labios. —No, no haría eso. —¿Ren?—La voz cansada y rasposa de Tay llamó su atención. Soltó a Subaru empujándolo. Camino hasta la cama para ayudarlo a sentarse—¿Estás bien? —Si…—El dolor punzante en el costado de la cabeza lo obligó a cerrar los ojos por un momento—¿Estabas discutiendo? —No—Ren volteo para ver a Subaru pero ya no estaba—No era nada, ¿Estás bien? ¿Quieres agua? —Si, por favor. Tomó el vaso sobre la mesa a su lado, al costado, sobre un pañuelo de tela estaba la pastilla que el doctor le dijo que debía tomar cuando despertara—Casi me olvido—Dijo dándole el vaso—El doctor dejó una pastilla para aliviar el dolor—apoyó su mano sobre su pierna—Dijo que tienes una costilla rota, vas a tener que hacer reposo. No podía tomarse ese lujo en la situación en la que estaba, apretó sus labios mirando sus manos sosteniendo el vaso de vidrio vacío. Las yemas de sus dedos estaban apretadas contra el vaso, podía notar sus huellas dactilares—No puedo. —No te preocupes por la falta, eso está justificado—Le quitó el vaso para volver a cargarlo—Por el momento deberías tomar la pastilla y seguir durmiendo. Cerca de las camas hay un aparato con una palanca de color rojo y azul pegado en la pared. Levantó la manija azul hacia arriba y el agua fría empezó a llenar el vaso. El chillido de las aves volando en grupo se escuchaban claros. Tay acarició su mano izquierda, ambas se sentían cálidas, húmedas, palpitaban—No puedo—Susurro. Corrió la manta a un lado y bajó sus pies al piso. Esa sola acción le causó un dolor punzante en el costado. —Tay—Ren dejó el vaso sobre la mesa, un poco de agua se volcó por el movimiento brusco—Tienes que descansar—Apoyó las manos sobre los hombros ejerciendo presión—Vuelve a acostarte y toma la pastilla. —¿Lo sabe?—Agarró sus brazos fuertes, con los músculos definidos, apretó los dedos contra la piel mirándolo a los ojos—Mi…padre. —Si, seguro, el doctor le avisó. Ren levantó una ceja al ver qué no parecía ser una buena noticia, su cuerpo estaba tenso y no paraba de temblar. Deslizó sus manos hasta sus pies y las subió de nuevo a la cama. Era obvio que no era una buena noticia para ningún familiar, que te llamen para decirte que tu hijo fue golpeado no era nada lindo, pero le extrañó mucho, era como si tuviera que mantener oculta está situación. Tapando sus piernas le preguntó—¿Qué pasa? ¿Es malo? Su vista estaba pérdida hacía abajo, no podía ver su expresión, los mechones de pelo caídos cubrían su cara. Tay abrió la boca para hablar, pero el sonido musical del celular llamó su atención. Apretó los labios y cerró las manos en un puño arrugando la manta. Un intenso hormigueo le recorrió desde el pecho hasta los pies. La mochila estaba en la cama contigua, Ren busco entre los bolsillos hasta que lo encontró—Una llamada—Extendió la mano para dárselo. Tay volteo a ver el celular, su corazón latía con fuerza, bombeando todo el camino hasta su mano sudorosa. Lo agarró y contestó. —Saldré un momento—Dijo Ren acariciando su cabeza. —¡¿En qué mierda te metiste Tay?! Su cuerpo se sobresaltó cerrando los ojos. —Lo siento —¡Lo único que te pido es que estudies! Y ¡¿Ahora me entero que te dieron una paliza?! El cuerpo le temblaba y su garganta cerrada, era incapaz de responder. —Mira, no me interesa si tienes una pierna rota o costilla, lo que sea, pero más te vale que mañana estés en la clase y cumplas con tu parte, no te compre para que andes descansando como si esto fuera unas vacaciones. —No voy a faltar. Su voz temblaba, no podía evitarlo, su pecho dolía y pesaba, como si alguien lo apretara con demasiada fuerza. A su mente solo podían venir sus hermanos, lo único que le importaba saber ahora es que van a estar bien. —Mis hermanos…por favor…no te desquites con ellos. —Ya te había dicho que si cumples, yo cumplo. —Voy a cumplir, volveré a clase después del recreo. Antes de contestar el teléfono había visto la hora y tenía pensado ir para no perder la clase. —No, ahora ya está, quédate acostado dónde estés. Hoy no vas a hablar con tus hermanos, te escuchas horrible y no quiero que me anden molestando por eso. Tenía razón en eso, no sonaba nada bien y ellos podrían notarlo, pero el no poder escuchar sus voces estrujó su corazón. Cerró los ojos con fuerza tensando la nariz y la boca. —¿Me estás escuchando? —Si Su voz salió como un suspiro doloroso. —Les diré que estás muy ocupado y que le mandas saludos. Espero que eso sea suficiente para que me dejen en paz. —Bien. —Espero que cumplas con tu parte como yo lo hice, no me importa tu salud o si te están molestando, resuélvelo tú mismo. Corto la llamada al decir eso. Tay dejó el celular sobre la cama y exhaló tembloroso, el aire cálido hacía cosquillear los labios. Oculto su rostro entre sus manos y frotó sus ojos con la yema de los dedos. Luego de un rato Ren volvió a entrar con una muda de ropa junto con el doctor, que volvió a revisarlo y le hizo tomar la pastilla sobre la mesa. No le permitió volver a su cuarto, por hoy se quedaría a descansar en esta cama, lo mejor era no moverse tanto. Dijo que se quedaría con él para revisar su condición durante toda la noche. Corrió la cortina de la cama y se cambió. Volvió a acostarse dejando el uniforme doblado sobre la mesa. Ren le dijo que también se quedaría pero el doctor no se lo permitió. La pastilla le había comenzado a dar sueño, lo último que vio fue a Ren sentado a su lado acariciando su cabeza en círculos. Cuando despertó ya era de noche, las luces estaban apagadas, la luz de los faroles de afuera le brindaban ayuda para distinguir algunas cosas. Estaba solo y tenía ganas de ir al baño. Salió de la cama, caminó descalzo hasta la puerta con la mano sobre su estómago. El dolor era mucho menos pero cada vez que se movía le daba puntadas. Abrió la puerta y caminó despacio por el pasillo hasta el baño. Era tan tranquilo de noche, solo escuchaba sus pasos. Hizo sus necesidades y se lavó las manos. Las luces estaban prendidas en el baño, pero era una luz tenue. —Becado La voz gruesa y baja sobresaltó su cuerpo. Su corazón empezó a latir más rápido, no quería verlo, deseaba que solo fuera un sueño, pero no era así, volteo a mirarlo con los ojos bien abiertos. Era Henry. Sonreía mientras estaba apoyado sobre el marco de la puerta con los brazos cruzados. Lo observó con sus profundos ojos negros de arriba hacia abajo parando en sus pies. Soltó una risa y caminó hacia él—¿Ni para unos zapatos te alcanza? Tay retrocedió todo lo que pudo hasta chocar con la pared. —No…—Su voz salió temblorosa. Puso sus manos adelante, sobre su abdomen, al tenerlo tan cerca. —¿Tienes miedo becado?—Tomó su mentón con la mano y lo obligó a mirarlo—Entonces no debiste bajar—Esos ojos lo miraban con intensidad, buscando hurgar en su mente lo que pensaba. En este momento no tenía la fuerza para defenderse y su cuerpo tampoco le respondía, su razón solo le decía que iba a ser peor si lo provocaba. —Por favor, no. —No entiendo que es lo que ve Subaru para ponerse así contigo—Soltó su mentón y deslizó su mano por la mejilla, oreja, hasta llegar a su pelo Sin siquiera moverse o respirar, apretando los labios, siguió la mano con la mirada. —¿Será que le gustas?—Dijo estirando los mechones de su pelo n***o. Tay gimió de dolor abriendo la boca, llevó su mano a apretar el brazo de Henry intentando alejarlo, lo mismo hacía con la mano sobre su estómago, pero eso solo le causaba más dolor. —Para, por favor. Henry miró sus labios, no eran muy gruesos, pero tampoco muy finos, la ligera respiración cálida, rápida, chocaba contra los suyos, dándole un cosquilleo, manteniéndolos húmedos, calientes. Tragó saliva y llevó su vista a sus ojos azules, brillosos y acuosos. —No estaría mal probar antes que él—Su voz salió ronca. Tomó la mano sobre su estómago y la apresó contra la pared, pego su cuerpo al suyo poniendo su pierna entre las de Tay rozando, apretando su m*****o. —No, duele—Dijo desesperado. Su cuerpo se estremeció, un escalofrío lo recorrió de la cintura hasta los pies. No podía mover su cuerpo y aunque lo intentará, solo le provocaba más dolor en el estómago. Su pecho subía y bajaba rápido, chocando con el de Henry. No tenía forma de liberarse, su cuerpo no dejaba de temblar. Henry apretó más el agarre en su cabello haciendo que Tay volviera a quejarse abriendo la boca. Metió su lengua enredando y frotandola, contra la suya inexperta, succionando y deborandolo. Esa sensación le ponía la piel de gallina, cerró los ojos con fuerza y gemía pidiendo que se detuviera mientras respiraba por la nariz. Rasguño la mano que sostenía su pelo, pero ni así dejó de besarlo. Sus piernas se apretaron contra la suya que no dejaba de presionar su m*****o, sus dedos del pie apenas tocaban el suelo, su único sostén era esa pierna. Un cosquilleo recorría desde su pene hasta su vientre, se removía para tratar de evitar esa sensación, quería volver a sentir sus pies contra el piso pero por más que intentará sólo se apretaba más contra la pierna y la punzadas de su estómago adolorido le daba espasmos. Henry lo observaba sin pestañear con el ceño fruncido. Separó su boca para respirar dejando caer un hilo de saliva sobre la barbilla de Tay—¿Tanto te gusta?—Sus respiraciones agitadas se mezclaban. Soltó su cabello y pasó sus dedos por su ojo limpiando la lágrima que salía. Sonrió mirando sus mejillas sonrojadas, caliente bajo sus dedos—No dejas de frotarte contra mí—Se acercó rozando sus labios. —No, basta—Corrió la cara a un costado—No…no me gusta, basta…estoy asustado—Se removía desesperado, con la mano sobre la pierna de Henry, tratando de alcanzar el suelo con los pies—Duele—Su espalda se encorvó por las punzadas de su estómago. —No me importa—Tomo su rostro y lo beso otra vez, pero no pudo meter su lengua, Tay apretaba sus labios para impedirlo—Abre la boca—Le exigió con molestia. Aprovecho que alejó su rostro y lo golpeó con la cabeza. Esto funcionó, Henry se alejó tocando su nariz, una gotas de sangre cayeron al suelo blanco. Ignorando el dolor en su estómago salió corriendo del baño. Los gritos de Henry resonaban por las paredes. El no era tan rápido estaba seguro que lo alcanzaría, miró hacia atrás y ahí estaba, a sólo unos paso. Sus ojos negros brillaban como los de un depredador sediento de sangre. Una punzada intensa en su costado, como si lo hubieran apuñalado desde dentro lo obligó a caer al suelo. Grito de dolor poniéndose de costado, su respiración acelerada empeoraba todo. Henry se agachó a su altura felxionando las rodillas, con una sonrisa—Eres tan estúpido—Tomo su cara y la levantó un poco del piso. Sus ojos azules no podían evitar llorar ni temblar, las lágrimas descendieron por la mano que lo sostenía hasta el piso. —¿Pensaste que podrías escapar de mí?—frotó su nariz con su brazo libre sacando lo que quedaba de sangre. —¿Henry? Una voz masculina desconocida llamó la atención de Tay. Levantó la cabeza para verlos—Hola, ¿Qué hacen?—Dijo sin dejar de sostener la cara de Tay. Tres chicos se acercaron, los observaban a ambos, pero su atención se posó en quién estaba tirado en el suelo. —¿Ese es el becado? —Si—Respondió Henry. —¿Salió sin saber lo peligroso que era para él?—Burla y soberbia había en su forma de hablar. —Dime que ya terminaste con él, también queremos divertirnos un rato. Su cuerpo se estremeció por esas palabras, El aire que entraba y salía por su pulmones no era suficiente, todo su cuerpo palpitaba, sus pies picaban, quería escapar, pero no podía moverse. —No, por favor—Dijo entre jadeos sosteniendo su brazo. Henry volteó a verlo y sonrió—¿No quieres ir con ellos? Entonces ¿Por qué corriste?—Sostuvo su pelo con fuerza. Soltó un quejido cerrando los ojos dejando caer otra lágrima. —¿No dirás nada? Entonces te dejo con ellos. —No…por favor—Dijo desesperado—No. —¿Entonces qué quieres hacer? ¿Ir con ellos o conmigo? ¿Qué eliges? Tay empezó a escuchar un pitido en su oído y dejó salir otro quejido. Miró a Henry a los ojos y apretó su mano temblorosa en su brazo—A ti, te elijo a ti. Sonrió satisfecho y volteo a ver a los tres chicos—Es mío hoy, fuera. Aunque estaban molestos no podían desobedecer una orden que venía de él. Siguieron su camino apretando los dientes. —Me duele—Dijo entre jadeos, no dejaba de punzar el costado. Algo dentro de él estaba subiendo por su garganta, tosió fuerte sobre la mano de Henry. —¿Qué te duele ahora?—Su voz sonaba molesta. Siguió tosiendo hasta que escupió un poco de sangre manchando la mano. Su vista se estaba volviendo borrosa, ya no escuchaba ni veía, se dejó llevar por esa tranquilizante oscuridad que adormeció todos sus sentidos. ________________________________________ GRACIAS POR LEER Y VOTAR MI NUEVA HISTORIA, ESPERO QUE LES GUSTE :)
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