Capítulo 4: No me arrepiento.

2160 Words
Tay corría por un bosque oscuro, su cuerpo cubierto de sudor temblaba, pero la adrenalina no lo dejaba parar, escuchaba voces claras pero con un sonido distorsionado, inhumano, que llamaba su nombre una y otra vez. Los pasos que daba la cosa negra en forma de humo eran cada vez más rápido y hacían retumbar la tierra. Sus ojos azules estaban cubiertos de lágrimas, el aire se sentía pesado, casi nulo, cada vez le costaba más respirar.—¡Ah!—Se tropezó con una raíz de árbol sobresaliente de la tierra. Cayó al piso incapaz de volver a levantarse, movió su cuerpo boca arriba para ver y no solo oír aquellos pasos tan fuertes. La nube negra se acercaba rápido, Tay no pudo mover su cuerpo, no le respondía, cerró los ojos y cuando los volvió a abrir estaba rodeado de personas con el rostro de color n***o. Estaba tirado en el piso y sobre él había alguien, miro su rostro y sus pupilas se dilataron cuando abrió bien lo ojos, su cuerpo tembló, quien tenía en frente era Henry, sonreía de una manera siniestra, sus ojos negros brillaban sedientos. Lo tenía agarrado del pelo con fuerza. —¡No!—Gritó con todas sus fuerzas, pero la voz no salía, tampoco podía mover su cuerpo. Su corazón latía rápido, su pecho subía y bajaba a la misma velocidad tratando de respirar el aire pesado. Henry se acercó a su rostro, su voz no era normal—Te voy a enseñar tu lugar. Un sudor frío recorrió su espalda. Miró los pies acercarse con un sonido muy fuerte, tenían cuchillos en sus manos y la misma sonrisa que Henry, pero no podía ver quiénes eran. Volvió a mirar a Henry que tenía un brazo levantado, en su mano tenía un cuchillo. Tay volvió a gritar, pero la voz no salía por más fuerza que hacía. —¡No!—Gritó abriendo los ojos. Sentía su espalda mojada, respiraba muy rápido. —¡Tay, ¿Estás bien?!—Ren se acercó a su cama y acarició su cabeza—Respira, tranquilo. Mientras inhalaba y exhalaba escuchando a Ren miró el lugar donde se encontraba. Había más camas a su costado y al frente. Las ventanas estaban abiertas, entraba un aire tibio. Las cortinas, la pared y el piso eran de color blanco. Volvió a mirar a Ren, se sentía más calmado ahora. Se sentó en la cama con su ayuda quejándose por lo bajo del dolor punzante en su estómago. Recordó al niño que protegió antes y tomó con fuerza el brazo de Ren—¿Dónde está el niño? —Está bien, no te preocupes. Estuvo esperando que despiertes, lo llamaré—Ren salió de la habitación. No tardó mucho, el estudiante entró casi corriendo, sus ojos estaban rojos e hinchados.—¿Estás bien? Lo siento mucho, es mí culpa—Su voz no era tan grave y se escuchaba angustiada, sus manos apoyadas sobre la cama temblaban. Le recordaba mucho a sus hermanos más pequeños cuando estaban asustados. Ren se quedó unos pasos atrás sin decir nada. —Estoy bien, no te preocupes—Acaricio su cabeza y preguntó—¿Estás lastimado en alguna parte?—Acaricio su mano. Su tono de voz era tranquilo, suave, calmaba el dolor que sentía en su pecho, sus ojos le picaban, quería llorar pero se contuvo—No, yo estoy bien—Lo miro a los ojos, su vista era algo borrosa por las lágrimas que tanto le está costando retener—Gracias. Tay acaricio su cabeza con una sonrisa—Está bien, no es tu culpa, no hiciste nada malo. Ren apretó las manos y frunció el ceño. Él se había quedado quieto mirando como Max asustaba al niño y como Henry golpeaba a Tay, no podía mover su cuerpo para meterse en medio, tenía miedo de ellos, de las consecuencias y ahora Tay era el objetivo de toda la escuela por defender a un estudiante. Esto era muy conveniente para él, estaría a salvo durante todo el año, estaba aliviado por eso, pero a la vez enojado consigo mismo. La campana sonó. Tay se sobresaltó y preguntó qué hora era. —Son las diez, ya terminó el recreo—dijo el chico mirando su celular. Tay suspiro, estaba muy aliviado de no perder la clase. —Sebastian ve a tu clase, yo me ocupo de Tay. Ese nombre, justo ese nombre. Se llamaba como su hermano. Relamió sus labios y le dedicó otra sonrisa al ver que dudaba de dejarlo—Estoy bien, no pierdas tu clase Sebastián. Aunque no quería irse, se sentía en deuda con él por ayudarlo en esa situación, escuchó sus palabras y lo obedeció—Está bien, te veré después de clases—Dijo antes de salir por la puerta. Tay salió de la cama con la ayuda de Ren. Su estómago le daba punzadas con cada movimiento que hacía. Ren no pudo evitar preguntar—¿Por qué? ¿Por qué lo ayudaste? Tay observó su expresión, su entrecejo estaba fruncido y su mandíbula tensa—No podía dejar que lastimara a un niño. —¿Sabes lo que pasará contigo ahora? ¿Lo entiendes?—Pudo sentir sus manos temblar. Su voz sonaba enojada. Tay desvió la mirada al piso, su cuerpo se tenso al recordar el sueño—Si, voy a estar bien, no soy débil. —Deberías quedarte a descansar—No parecía que pudiera caminar sin ayuda. —No, tengo que ir. No podía darse el lujo de faltar a clases el primer día, Alexander lo mataría por eso, sus hermanos podrían correr peligro si no cumplía la parte de su trato. Podía aguantar, sería solo un año. —Bueno, te acompañaré a tu salón. —Está bien, no tienes que ayudarme, caminaré solo. Tay se alejó de Ren y caminó unos pasos, el dolor en su vientre hacía que sus piernas temblaran, pero era soportable. —¿Seguro que puedes? —Si. Ambos fueron a sus salones, pero Tay se quedó congelado frente a la puerta cerrada. Exhaló profundo para calmar los latidos de su corazón pero el dolor en su estómago lo hizo fruncir el entrecejo. Enderezó su postura y relajó su expresión, abrió la puerta y entró. El profesor todavía no había llegado, eso fue un alivio. Cerró la puerta y caminó hasta su mesa con la vista de todos puestas en él. Mantuvo su expresión serena, pero no podía evitar los escalofríos en su espalda por lo aterrador que era ser observado por todos en silencio. Tragó saliva, su garganta estaba seca y rasposa. Tomó asiento y sacó los útiles debajo del estante de la mesa. El profesor de química llamó la atención de todos y tomó asiento en su escritorio acomodando sus cosas. Esa distracción le permitió respirar. Durante las dos horas de clase nadie le hizo nada, pero tampoco podía prestar atención por el dolor y la incomodidad que sentía al estar rodeado por ellos. Henry no dejaba de mirarlo. Todo su cuerpo estaba quieto y tenso, era difícil respirar por su culpa. Si no lo molestaban en la clase seguro era por el profesor, tenía la esperanza de estar a salvo si había un adulto cerca. No pudo estar más equivocado. Cuando la campana dio por finalizada la clase, Henry se levantó del asiento y tomó de los pelos a Tay arrastrándolo hasta la puerta. Ni tiempo le dio a reaccionar, solo se quejaba del dolor agarrando su mano con fuerza. —Ibars estoy terminando de explicar algo. —Ya escuché, la tarea se entrega el viernes. Ya puede irse. El profesor guardó sus cosas con calma y salió del salón sin decir nada más, como si Tay no existiera. ¿Era posible que ignorara lo que estaba pasando? ¿Piensa que son amigos? Pero ¿Quién trataría a un amigo de esa forma tan violenta? No era posible que ese trato fuera confundido por amistad. Quería pedirle ayuda pero las palabras no salieron de su boca. El profesor cerró la puerta. Henry lo tiró al piso y se sentó encima de su estómago. Tay grito adolorido, le costaba respirar. —Parece que eres muy resistente—apretó su frente contra el piso. No podía responder, apenas lograba que ingresará aire a sus pulmones, no podía controlar los espasmos de su cuerpo por el dolor. De fondo se escuchaban palabras de aliento y risas. Max estaba de brazos cruzados con una sonrisa, a su lado estaba Subaru, que se iba adelantar para detenerlo, pero su amigo de pelo rojo estiró su brazo para evitarlo—Solo mira, como haces siempre—Su voz no era alta, solo fue escuchada por él. David estaba detrás de ellos, sus manos se aferraban a su pantalón arrugandolo mirando el piso. —Para…no puedo...—Su voz salió temblorosa—Respirar—Con sus manos sobre el estómago intentó alejarlo. Henry levantó su cuerpo, pero aún estaba sobre él apoyado en sus rodillas mirándolo desde arriba con una sonrisa—Vamos a ver si te quedan energías para mañana. Sus ojos negros eran aterradores. Tay cerró los ojos al ver venir el golpe sobre su rostro. Gimió de dolor y se puso en posición fetal tapando su cabeza. Otro golpe cayó de nuevo sobre su cuerpo. Tenía que buscar una manera de alejarse o sino estaría muy grave. Dudoso de actuar, con temor de las consecuencias, golpeó con su codo el rostro de Henry, aprovechó que estaba con los ojos abiertos tocando su nariz, para alejarse y ponerse de pie con ayuda de la pared. Se sentía mareado, todo su cuerpo dolía y temblaba. Henry miró su mano con sangre y frunció el ceño—Voy a matarte pedazo de mierda—Camino hasta Tay apretando los puños. Tay no pudo defenderse de ese último golpe en su estómago, su cuerpo no le respondía. Miró el rostro borroso de Henry mientras le gritaba, pero no podía entenderlo. Todo se había puesto n***o. Cuando despertó estaba en su habitación, la luz estaba apagada, tenía puesta otra ropa y su pelo estaba húmedo. —Despertaste. Tay se sobresaltó, se sentó en la cama con dificultad, cerrando sus ojos con fuerza y soltando quejidos bajos. Esa no era la voz de Ren. —¿Quién es? La luz del velador sobre la mesita se prendió. El pelo rubio brillaba al igual que sus ojos negros. —Tu compañero de clase Subaru, te traje a tu habitación. Recordó las palabras de Ren, que él era tranquilo pero que no debía estar a su lado. Tay lo observaba con cautela—Gracias. —No quiero hacerte daño—Dijo caminando hasta el escritorio, tomó un plato de comida y un vaso con agua—Te traje la comida, ya es tarde. Al ver el vaso sintió su garganta seca, lo agarró y tomó el agua templada casi sin respirar. Volvió a agradecerle su amabilidad. Subaru dejó el plato en la mesita, junto al velador y se agachó a la altura de Tay—¿Estás bien? Tay sintió un pinchazo en su pecho inhalando el aire, su pecho se inflo para luego exhalar despacio. Mordió su labio inferior mirando para el lado contrario y respondió—Estoy bien, gracias. Subaru pudo notar los temblores en su pequeño cuerpo—Te dejaré solo para que descanses, nos vemos—Dijo poniéndose de pie. Tay tenía la garganta cerrada pero se forzó a responder—Adios. Al estar solo no pudo evitar llorar. Se apoyó en el respaldo acariciando su estómago. Había sido mucho para él, más de lo que María le hacía. Pero no se arrepentía de ayudar al niño, jamás lo haría. No era el culpable. Estaba tan enojado y aterrado de esas personas que lo veían como un insecto insignificante, un esclavo para servirles. A este punto no sabía si sería capaz de aguantar, pero no tenía opción. Incapaz de controlar los temblores de su cuerpo se abrazó a sí mismo para consolarse. Trato de pensar con claridad lo que podría hacer a partir de ahora. No era buena idea confiar en Subaru, era el amigo de Max. Tampoco podía hablar con Ren, no quería que quedara involucrado también. Tenía que encontrar una manera de mantenerse a salvo, un lugar donde quedarse en los recreos y apurarse a salir del salón antes de que lo agarren. La cabeza le dolió por pensar tanto y aún se sentía mareado. Se recostó en la cama y cerró los ojos. Le fue difícil dormir, cuando ya caía dormido una sensación extraña en el pecho, como un hormigueo, lo volvía a despertar y las lágrimas caían en la almohada. Se puso de costado para no sentir tanto dolor en el estómago y volvió a cerrar los ojos una vez más. ___________________________________________ ESPERO QUE LES GUSTE EL CAPITULO Y GRACIAS POR LEER :)
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