CAPÍTULO 1

1364 Words
VICTORIA ¡No, por favor, no me dejes...! ¡No quiero estar sola! ¡Por favor! ¿Dónde estás, papá? NOOOOOOOOOO… Sobresaltada. Así despierto, al igual que la persona que va sentada a mi lado y la gente que puede se remueve en sus asientos solo para ver a la ridícula con la pesadilla en medio de un avión. Esa soy yo, Victoria. Una y otra vez el mismo mal sueño ocupa la gran mayoría de mis noches, siempre me despierto de la misma manera: hecha un desastre, llena de angustia, lágrimas y sudor. Me remuevo en el asiento con dificultad al darme cuenta de la posición que llevo. ¿Cómo carajos llegué a colocarme casi boca abajo? Solo yo podría desafiar la postura del ser humano durmiendo boca abajo en cualquier lugar. Tendría que hacer un libro de: “Cosas extrañas que solo hace Victoria Rivera” Con lentitud —y miedo a que me rompa algo en el intento—, giro mi torso hasta quedar derecha, jalo la palanca para devolver el asiento a su lugar original y comienzo con la intención de arreglar mi ropa. Tomo la mochila que está debajo de mis pies y de ahí saco un paquete de toallitas para limpiar un poco mi cara e intentar domar mi cabello con las manos. Y justo a tiempo, la azafata pasa de regreso con el carrito, supongo que ha terminado de levantar el desayuno porque va llena de bandejas vacías. Amablemente le chisto y me presta atención, le pregunto si me podría dar un café y ella me lo concede diciendo que debo tomarlo rápido porque no falta mucho para el aterrizaje; por su cara de pocos amigos creí que me diría que no. Le sonrío y agradezco. Mi vida no ha sido fácil, pero alguien muy sabio un día me dijo: "Nunca dejes de sonreír, aunque estés rota y vacía". Así soy, sonrío, bailo, canto y me río, pero nunca dejo que nadie vea lo que hay por dentro. Algo que jamás en la vida voy a poder superar es el miedo, mi pánico a estar sola. Estoy en mis 32 años, soy latina, pero no como las que sueñan todos, no, todo lo contrario. Soy gordita, caderona y no soy linda para nada. Quienes me conocen dicen que soy el ser más hermoso que existe —todos lo somos—, pero yo... Ok, según ellos lo soy, pero por dentro. Les voy contando un poco de mi profesión mientras aterriza el avión en el que voy. Soy terapeuta, me dedico a dar masajes terapéuticos, también estudié psicología. Lo insólito es que soy cerrada con lo mío y se me hace imposible encontrar una solución. En fin… Se podría decir que es el colmo del psicólogo, entender a todo el mundo menos a uno mismo. He llegado, hace diez minutos arribé de la nave que me trajo a Miami, ahora solo queda buscar a la persona encargada de recogerme aquí. Doy una ojeada al lugar y voy derecho a la zona de maleteros en busca de la cinta que traiga mi valija mientras espero, recojo mi cabello en un moño sencillo. Hace un poco de frío. Bueno, en realidad solo está fresco, aquí es invierno aún y calculo que la temperatura estará oscilando entre los 20 y 25 grados. Enero no es el mejor mes si quieres visitar las hermosas playas de Miami para bañarte o tomar sol, Para comenzar el 2020, vengo como invitada a un programa llamado “A calzón quitao”, para dar un breve testimonio de lo que es mi trabajo, algo que no entiendo; no soy famosa y secretamente creo que quieren sacarme algún chusmerío. Muchas veces he sido llamada para trabajar con algunas celebridades, nada importante, pero me ha llevado a ser un poco más conocida entre los famosos. A no más de metro y medio veo a una chica que.... Bueno, una chica que se nota ha pasado por el cirujano más de un par de veces y no precisamente a quitarse la vesícula o el apéndice. Y no es por juzgar, para nada, pero siento que las personas cada vez se valoran menos. Ya nadie se mira en un espejo y piensa en lo hermosa que es su boca, o qué lindo color de ojos, la forma de estos tal vez. Solo ven que necesitan una cirugía o un par de lentes de contacto. Parada frente a la chica que lleva mi nombre en un cartel, me animo a acercarme y preguntar, la vi de casualidad en una de las salidas del aeropuerto. —Hola, disculpa que te moleste. ¿Tú eres Sam? —Hola, ¿tú eres Victoria? —pregunta algo desencajada, me dedico a asentir—. Soy Sam. —Sí, ¡es un gusto conocerte! Saludo a esa chica con mi mejor sonrisa, pero lo que recibo de su parte me incomoda al instante. Lo mismo de siempre, rechazo. —¡Como sea! —Me mira de pies a cabeza con desagrado—. Solo sígame. Voy a tener trabajo extra con usted...—Se lleva su mano a la frente. Mi ceño automáticamente se arruga, es tal el descaro con el que me demuestra su desagrado o desconformidad. Al menos yo intentaría disimular por respeto. No, ni lo intentaría, porque no me atrevería a comportarme como ella lo hace conmigo. Supongo que la información que le han dado es que soy una terapeuta en el mundo de las estrellas. Algo errado, de cierta forma, y supongo que le hizo creer que iba a parecer más una modelo que una simple mujer. —¿Algún problema? ¿No soy lo que imaginabas? Ok, disculpa si no lo soy, pero esto comienza a molestarme. Soy una persona con sentimientos y mi cuerpo no me define, ¿nos vamos? ¡O me regreso! —Ehh... Discúlpame. —Mira al suelo, si hasta parece arrepentida, pero no me lo creo—. Sí, vámonos. Hay personas que se creen muchísimo más que uno por estar dentro de la lista de los estándares, ya sea con un cuerpo trabajado, o uno comprado. La belleza va más allá del exterior que cada uno muestra. La belleza es el poder dar sin esperar nada a cambio, es el sentirse bien consigo mismo luego de haber ayudado. No sé, la belleza para mí está en las acciones y no en los exteriores. Salimos directo a una camioneta que nos espera para llevarme al hotel dónde me han hecho la reserva. En el trayecto me dedico a observar todo, las personas, los espacios…. Todo el mundo loco, enfrascado, ensimismado en su universo, caminando por inercia con el celular en la mano y la vista en la pantalla; otros, hablando por dicho aparato. Paramos en un semáforo en rojo, justo en frente de una plaza, observo a una pareja de no más de sesenta años sentados en una banca compartiendo nada más que el aire que respiran, ambos con el teléfono en mano. Ni siquiera una miradita entre ellos, después dicen que son los jóvenes. Luego de un corto, pero bello trayecto, llegamos y hago el check-in. Me despido de "plástic" —así le puse a la chica— y me dirijo a mi habitación para tomar una ducha, comer algo y descansar por un rato. Aún faltan horas para que tenga que ir al programa. Realmente estaba cansada de verdad, despierto tan sobre la hora que no me da el tiempo a nada. Solo cambio mi ropa, nada fuera de lo normal, unos jeans rotos, una blusa, chaqueta de cuero y mis Adidas. ¿En la cara? Nada, soy súper alérgica y además no me gusta, jamás me ha agradado. Mi pelo ondulado suelto y… Sí, soy muy básica. Nada en mi es estrafalario. Llamo al número que me dejaron para que me recojan cuando estuviera pronta. Mientras tomo mis cosas y me coloco un poco de perfume, me informan que ha llegado el auto por mí, así que bajo. El chofer me espera con la puerta abierta y, casi sintiéndome importante, me meto y nos vamos.
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