Prólogo

1556 Words
Receta para hacer a una mujer adinerada Así se empieza a escribir un poema: poniendo dinero en la mano de una mujer. Una mujer que no necesite dinero pero que perciba que está cediendo algo muy importante por aceptar ese dinero. Puede ser una mujer adinerada o no. Hermosa o no. Nada de eso tiene que ver. Pero de preferencia que no sea vieja, para que sienta que tiene una vida por delante. Ya está en el camino correcto. Ponerle precio a su amor. Nada más feliz para cualquier mujer. No hay que excederse con la cantidad. Tampoco que piense que vale mucho —nunca habrá modo de bajarle los humos. Darle el dinero y hacerle creer que es un gesto generoso por parte de quien lo da. Que no debe nada en cambio. Hacerle creer eso. La próxima vez que extienda la mano sutilmente hay que rozarle el muslo. Y que acepte que sea la mano de un amigo. La puerta está abierta. Sergio Scavo, La melodiosa voz de esa mujer en la tarima me relaja, siempre que vengo a este club escucho su voz, es tan excitante, atrayente, siempre siento la necesidad de ir hasta ella, y usarla para mi placer, eso no suena bien, pero es que si escucharan su voz, pensarían lo mismo. Cantante de hermosa voz, cuando nos dejaras verte el rostro. Aun no entiendo porque usan mascaras no tiene nada que ver con la temática del club, lo peor de todo es que siempre que pregunto por la chica ya se ha ido, o no quiere salir, ni siquiera por la cantidad de dinero que le he ofrecido. Nada. No me deja conocerla, no quiere ser conocida. En algún momento la tendré, y voy a disfrutarla, cantara para mi mientras la poseo, ese será mi placer y su placer. Pienso determinante, por ahora debo saber quién es. Me intriga, me incita a pecar con esa atractiva voz. Dejo la copa a un lado cuando baja la chica que estaba cantando y llega la que he esperado desde que entre al club, mi mini-Barbie, como he decidido llamarla en mi mente, su cabellera rubia de peluca, y esos tacones fucsia chillón como diría mi sobrina Rashel, cuerpo de gimnasio, porque tiene unas piernas, y una cintura que se aprecia muy bien con esos vestidos que suele usar, recatados pero sensuales, descubiertos en las zonas adecuadas, nada vulgar pero si provocativo. Me relajo en mi asiento, viéndola posicionarse en medio de la tarima, siempre suele vestirse de acuerdo a la canción que vaya a cantar, y esta vez parece que será una intensa y excitante canción, cruzo mis brazos por encima de mi pecho, acomodándome en el asiento. Esto será interesante, pienso embelesado. Alina Montalvo, He decidido arriesgarme con una canción de Fernando Milagros titulada Reina Japonesa. Es bastante sensual de una manera romántica, llena de confesiones, momentos de caricias, sentimientos sin tapujos, vulnerabilidad y conexión. Esta vez no me han dejado escoger mi atuendo, pero al menos si la canción, por órdenes del jefe todas debemos ir con vestidos hoy, algo que no entiendo si suelo irme apenas termino mi número. Dejo mis pensamientos a un lado cuando ya estoy en medio del escenario, hay público, no en exceso pero si algo, diviso varias parejas, grupos de mujeres, grupo de hombres, y uno que siempre se sienta en medio solo. Sonrío para nadie en particular, es mi momento. Escucho los primero acordes de la canción, y espero mi turno para cantar, cierro los ojos perdiéndome en la letra de la canción. Dejándome llevar por el momento, el espectáculo, siendo yo, versión oculta, porque no dejaría que nadie de mi familia me viera en esta situación, para ellos soy la aburrida hija y hermana que trabaja y estudia. Es un bar de karaoke después de las 12 de la noche, cuando ya las personas están borrachas y comienzan hacer espectáculos, me preparo para la segunda pieza a cantar, mientras observo al público, como siempre siento la mirad intensa del hombre del centro, lo ignoro como siempre, no me apetece conocer gente en un bar, ni porque sean guapos, además no tengo tiempo para una relación, eso conlleva tiempo, y es algo que no tengo. Sergio Scavo, Quedo turbado con la canción que canta, deleitado con su voz, pero confundido, y con un montón de sensaciones en el pecho. Espero la siguiente pieza, extrañado pero ansioso por escucharla, solo son dos canciones por chica, y la de ella es la única voz que me interesa y me transmite cosas. Se acomoda después de hablar algo con el guitarrista que le sonríe pícaro, conozco ese tipo de sonrisas en un hombre, mi mini-Barbie no se la devuelve algo que me alegra en el interior, no me agradaría verla con un hombre. La muñeca es mía. Cuando suenan los acordes de la segunda canción, la reconozco es 2022 de Fother Muckers, una canción que es bastante excitante, su letra es un poco subida de tono, la veo sonreír nerviosa, supongo que no acostumbra a cantar ese tipo de canciones, la observo más interesado que antes, porque no parece ella hoy, pero me gusta más si eso es posible, algo raro en mí, siendo que me gustan las mujeres para darme placer. Dejo de lado mis pensamientos sobre la chica misteriosa cuando su voz inunda el lugar. —Cuando digo A tu siempre dices B. Que gusto ser tan distintos. Ir al cine, juntos. No encontrar que ver. Hacer treinta planes. Fracasar siempre. Y después de todo. Terminar pasándola tan bien— la segunda estrofa suena tan bien en su voz, mejor que el mismo cantante, o a lo mejor me tiene encantado porque su voz suena en mi mente todo el tiempo. Alina Montalvo, Termino la pieza un poco abochornada por todo lo que transmite la canción, me gusta, es buena letra, pero habla de cómo terminar entre las piernas, y ese tipo de cosas. Muy intensa, me despido del público con el típico beso al aire, mirando al hombre del centro más de la cuenta, es atractivo, mucho. Parpadeo saliendo de su mirada, y escapando de la tarima y de Carlo, el guitarrista, que como siempre me invito a tomar algo después, y lo he rechazado nuevamente, y siempre termina diciéndome lo mismo “El que persevera alcanza” que mentira más grande le han metido en la cabeza. Me quito todo el vestuario en el camerino, siento unos leves toques en la puerta cuando termino de abrocharme el pantalón de mezclilla que suelo traer. —Pase— murmuro fuerte. Recojo mi cabello en lo alto de cabeza sin mucho cuidado. Veo a Richard entrar con su habitual andar, todo relajado. —¿Qué tal todo?— pregunta, después que canto el siempre viene a saber cómo está todo y luego me hace saber que aquel misterioso hombre quiere conocerme. —Bien, ya sabes. Me tengo que ir, te dieron el pago— evado su mirada tomado mi bolso, se por donde va. —Sí, preciosa. Aquí tienes— me tiende el sobre, y me mira pícaro. Aquí viene su lengua filosa, sino fuese gay ya lo hubiese mandado a freír monos. —Ese sobre tendría más dinero si aceptaras esa copa con el hombre guapo… Ruedo los ojos cansada de ello. —No me apetece conocer a ese hombre, no me siento cómoda con su mirada penetrante, y es un poco intimidante. ¿No te parece?— inquiero dejando pasar su insistencia. —Bueno viéndolo un poco desde ese punto miedoso tuyo, si cariño. Pero ¿No te intriga saber que quiere de ti? ¿No pierdes nada con una copa?— pregunta inocente. —Deja el tema, me voy, tengo que estudiar. Nos vemos mañana. —Vale, no insisto más en el tema, cuando quieras saber de él tendrás que hacerlo por tu cuenta. Por cierto ¿Te toca mañana? Yaki no me dijo nada— musita pensativo. —Pasaré por su oficina antes, pero creo que sí— respondo encogiéndome de hombres. —Adiós. —Adiós pequeña. Beso su mejilla, y salgo de allí directa a la oficina de Yaki, una mujer de unos 50 años, bueno ni idea que edad tenga, pero por ahí va la cosa, que es bastante amable con nosotras. Toco la puerta recibiendo su pase, lo hago enseguida. Apenas entrar me percato que hay un hombre sentado en frente de ella. Me quedo de piedra al notar esa musculosa espalda, sobre todo el traje que lleva me hace saber que es él. Parpadeo varias veces saliendo de mi estupor. —Yaki— la nombro con voz grave, tengo su atención y el hombre voltea a verme, para mi suerte lo hace con indiferencia. —Dime preciosa— siempre amable como siempre. Trato de parecer una empleada sin mucha importancia. —Ya me voy he dejado todo listo para mañana, nos vemos— le hablo casual, sin mencionar estratégicamente si cantare mañana o no, ella asiente afirmando a mi duda pregunta. —Claro, nos vemos. Cuídate preciosa. —Gracias, tu igual. El hombre no me presta mucha atención para mi suerte. Salgo de allí suspirando, eso estuvo cerca. Bueno, ni al caso, ese ni sabe que soy la chica que quiere conocer, idiota por no reconocerme. >
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