Seguramente lo más atractivo de París era la torre Eiffel iluminada por la noche, pero nada se comparaba al clima fresco de la ciudad al atardecer, la forma en que las luces de neón iluminan las calles de diferentes colores, así como el agua de las fuentes que se encontraban en medio de la plaza, el delicioso olor de la comida que sin lugar a dudas se antojaba y las risas de los transeúntes que pasaban por nuestro lado, disfrutando del paisaje. Algunos de ellos, enamorados, tomados de las manos, otros simplemente con cámara en mano, y como siempre (porque no podía faltar) uno que otro artista, rememorando recuerdos en lienzos. Debo decir que todo era muy bello, pero por más que quería disfrutar de aquel paseo, no podía, no era capaz de hacerlo. Dave no había dicho nada después de aquella

