Seducciones

CAPÍTULO IX CONTINUACIÓN

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El gran día había llegado. Así como para algunos era un día inolvidable y lo recordarían llenos de amor, para mí era lo más duro que jamás había hecho.

— ¡Un día! — exclamó desasosegada. — ¡Un día y estaré frente al altar!.

— de hecho, media noche, y estarás frente al altar. — comentó Luz, en medio de pequeñas risitas.

Rodé mi vista por todo el cuarto, detallando el acabado de color rosa pastel en las paredes del cuarto y el tapis de caoba en el suelo, a un lado de la cama una hermosa mesa de noche y al otro extremo el gigantesco closet, en la pared de enfrente yacía suspendida la enorme pantalla plana y abajo de ella, pegada a la misma pared, una pequeña comoda.

— ¿Nos podemos ir, si quieres?. — alentó la castaña, mi mejor amiga tampoco se notaba cómoda de estar ahí.

Pero ella tenía opción, yo no, la que estaba celebrando su despedida de soltera en una pijamada, era mi hermana, la que se casaría al siguiente día con el padre de mi hijo y…

Era deprimente.

Limpié disimuladamente una lágrima viajera de mi mejilla izquierda y dibujé una sonrisa falsa, viendo desde el otro lado de la habitación, como Cindy sacaba vestidos sexys, juegos de baby doll y unas cuantas cosas para jugar, y cuando decía jugar, me refería a juguetes exóticos.

Dudo mucho que mis padres y mis tíos se dieran cuenta de que habían ido a comprar eso.

Cindy cubrió su rostro y sacó por último, una caja de condones de sabor, se ruborizó y comenzó a reír a carcajadas.

— ¡Están locas!

— todo esto lo compré directamente en la tienda de Victoria Secret. — Luz señaló los trajecitos eróticos. — papá aún no sabe en qué gasté ese dinero, así que ¡Ssshh! — llevó el dedo índice a los labios.

Rieron.

— ¡Tú! Y yo que tuve que mentirle cuando el repartidor de la sexi shop vino a dejar el paquete. — se escandalizaron, escuchando a Sara. — le dije a mamá que era un paquete de cuadernos y libros para mis estudiantes.

Sí, Sara era profesora. La mejor en Artes.

Susan seguía insistiendo en irnos, al ver que yo miraba la escena de enfrente como si me estuvieran matando lentamente, pero yo quería seguir ahí, escuchando, viendo… resignándome a que era lo mejor.

— ¿Sabes que nos preguntó papá? — Sara se cruzó de brazos.

Cindy negó. Ella no había estado en casa, por asuntos que debía arreglar para la ceremonia de mañana.

— Nos reunió a todos. — continúo mi prima. — y nos preguntó si alguna se había realizado una prueba de embarazo casera y la había dejado en el cesto de la basura.

— ¿Espera, qué? ¿Y quién fue?.

— alguna fracasada a la que le saldrán estrías muy pronto, seguramente. — comenzó a reír Sara. — pero seguramente no vive aquí.

Estaba segura de algo.

Eso no era un fracaso, fracaso era ser tan superficial y comportarse como lo estaban haciendo ellas, pero claro, en algún momento de sus vidas perdieron su humildad y pasaron a ser las populares que todo el mundo seguía. Sin embargo, aunque condenaba sus palabras, no quitaba que me hicieran sentir mal.

— quiero irme. — le dije por fin a Susan, quien tomando los regalos, los dejó en la cama de Cindy, le dio las felicitaciones y salió del cuarto a mi lado.

— lo dijeron por mí, Chris, no les caigo del todo bien.

— no...no me interesa por quién lo dijeron, Su, es obvio que pronto no podré ocultar esto más, me van a odiar y será bueno, pues yo me lo busqué.

— ¡Noo! Espera, ellas están mal, y no todos te odiarán, yo no lo haré. — me abrazó.

Pero ese abrazo, aunque me ayudaba a sobrellevarlo, no me hacía sentir mejor.

La casa estaba en total silencio, las chicas al parecer ya habían cedido ante el sueño y los chicos, ante el alcohol.

Bajé a la cocina, pues tenía ganas de comer algo dulce, algo que podía atribuírselo a la pequeña termita que llevaba en el vientre.

Eran las 03:00 AM y reinaba en silencio en la cabaña.

Saqué el pay de queso y tomé una rebanada, tomé también una rebanada de postre tres leches y salí de la cocina, directamente a la playa, a degustar en mi soledad de aquel postre.

Me alejé lo más que pude de la cabaña, ya que no quería que alguien se levantará y me sorprendiera, y una vez ahí, puse una manta de picnic sobre la arena y me senté a degustar mi dulce antojo.

Era raro, lo sé.

También podía culpar de ello al embarazo.

Comí lo más despacio posible, saboreando cada parte, cada ingrediente de aquellos postres, y mientras comía, miraba la enorme luna llena que alumbraba mi desvelo, y lloraba amargamente de saber que la persona que amaba, se casaría con otra de las personas que también amaba, en apenas unas horas.

Era una mie…

— no deberías estar aquí.

Me sobresalté al escuchar su voz.

Dejé de lado el plato y sequé mis lágrimas. — no, tú no deberías estar aquí.

— vine a ver a la mujer que amo, y asegurarme de que esté bien.

Traté de levantarme, pero él me lo impidió, sentándose a mi lado, sobre la mantita.

— la mujer que amas está dormida en su cuarto, emocionada de que mañana es si gran día.

— no, la mujer que amo está aquí, dejándome sin habla, pues hasta cuando llora se mira hermosa.

Quería decirle que tendríamos un bebé, pero no era lo correcto, no debía.

Quise poner distancia al ver que se acercaba a mí, pero él de nuevo me lo impidió.

— te necesito, Christin, te amo…

Capturó mis labios y mis lágrimas regresaron con más fuerza, mientras lo abrazaba también y me entregaba a su deseo.

— no podemos, — susurré, alejándome un poco. — no puedo hacer esto más.

— entonces que sea una despedida.

— para las despedidas basta con alzar la mano. Lo siento, pero no puedo volver a hacer esto, no a Cindy y mucho menos a horas de su boda.

Me levanté con prontitud, dejando atrás todo lo que había llevado para mi picnic solitario y nocturno, dejando atrás también al hombre que había amado toda mi vida y de paso, el padre de mi hijo.

Ya lo tenía decidido, tendría al bebé, lo ocultarla lo más que pudiera, al regresar a londres, para que los medios no lo usaran como una nota.

Quería que viviera una vida feliz y a su tiempo se lo diría a mía padres, cuando fuera seguro hacerlo.

Este bebé era mío y solo mío.

De nadie más.