Seducidos por la curiosidad, nos dedicamos el día siguiente de nuestro regreso, a conocer de norte a sur la casa, pues era enorme por dentro y estaba amueblada a morir, tenía un patio interminable, un bosque propio que no tenía límite y cientos de pasadizos que podían contar muchas aventuras. Así que entre risas y expectativas, comenzamos por la parte más sencilla, entramos en la habitación que se encontraba al lado de la nuestra, habíamos decidido dormir juntos, después de todo, ya habíamos hecho mucho más que eso.
— ¡Esto es…! — cubrí mi boca al entrar en la habitación, encender la luz y ver todo lleno de globos, en el centro una cuna rosa y a su lado una cuna azul, adentro de ellas yacían decenas de peluches de todos los tamaños, dos asientos en forma de huevos, (reí por eso) una cama
