El señor Dávila nunca había creído en los milagros. Nunca había asistido a la iglesia, la única vez que estuvo en misa fue cuando lo bautizaron y para su suerte no recordaba ese día. Pero en ese momento, justo frente a sus ojos se estaba llevando a cabo un milagro. No pudo ver de otra manera la aparición de Yan Boyer justo en la entrada de su oficina.
A pesar de que la superestrella tenía el rostro serio, no pudo evitar ver aquel halo luminoso detrás de su espalda, con una música ancestral de arpas angelicales como producto de su cabeza, y esa hermosa imagen de que ganaría mucho dinero si el hombre aceptaba trabajar con ellos.
— Señor Boyer, un placer verlo por aquí —dijo Berta acomodándose sus lentes puntiagudos y dando gracia al cielo que el humor del jefe mejoraría ante ne milagro qu
