A Fernanda le habían dado la dirección del penthouse donde Yan Boyer vivía. Estaba estacionada en el estacionamiento frente al elevador, esperando a que las puertas de metal se abrieran y él saliera a su encuentro.
La muchacha se había asegurado de ir lo más desaliñada posible ese día, de que su cabello cubriera las facciones de su rostro lo mejor posible, de llevar sus lentes de armazón y no sus pupilentes. Llevaba ropa holgada que le cubría la curvatura de sus caderas y el tamaño de sus pechos. Había hecho un enorme esfuerzo por estar lo más desgraciada posible para ese día.
Después de quince minutos de espera, Yan Boyer apareció caminando hacia la camioneta. Fernanda se apresuró a bajar para abrirle la puerta siempre procurando ver en dirección al suelo. Era una manera de ocultar su
