Hay que consolar a un novio plantado.
(Edna Naara)
Cuando supe por boca de Esther que Tamany se casaría no paré de llorar una semana. Me sentía tan mal que preferí terminar con Servando. Yo seguía sin sentir algo especial por él, entonces decidí quedarme sola para vivir mi duelo por perder al hombre que siempre había amado.
Me llegó la invitación por ser cercana a la familia, lo más feo de ese papel era la foto de la novia, tenía cara de ogro.
—¿Te invitaron a la boda de Fiona y el príncipe azul? —preguntó una gemela con antipatía.
—Si, para tu mala suerte, sí. —repliqué
—Pues felicidades, nosotras no asistiremos. Esa doña es de otro pantano. La odiamos porque se ha portado como una bruja. Sabemos que usted tampoco nos quiere, pero jamás nos enviaría en un taxi con una dirección equi
