Sin pensarlo, Alejandro se levantó y se acercó al lugar.
—Déjala ir —dijo con voz firme.
El borracho lo miró desafiante.
—Entonces ¿Quién eres tú? ¿Su novio?
Alejandro respondió fríamente.
—No, soy una persona que no puede tolerar el abuso de las mujeres, déjala ir ahora.
Había algo en la voz de Alejandro que hizo que el hombre obedeciera, y Celeste tembló, mirando a Alejandro con una mirada de gratitud y vergüenza.
—Gracias —susurró..
Alejandro la observó atentamente.
—Celeste, ¿Verdad? ¿Qué estás haciendo aquí? —Celeste se sorprendió de que aún recordara su nombre.
Antes de que pudiera reaccionar, apareció Víctor.
—¿Hay algún problema aquí?
Alejandro respondió sin quitarle los ojos de encima a Celeste.
—Sí, lo hay, y la joven viene conmigo.
Víctor sonrió.
— Lo siento señor, pero ella trabaja para mí y tiene una deuda que pagar.
Alejandro sacó su chequera.
—¿Cuánto?
Víctor pronunció una suma enorme y, sin pestañear, Alejandro escribió el cheque y se lo entregó.
—Tu deuda está saldada, Celeste, ven conmigo.
Celeste está impactada por lo sucedido y mientras Alejandro la guiaba fuera del bar, sentía una mezcla de alivio y miedo. ¿Qué pasaría ahora?
En la acera, Alejandro la miró seriamente.
—¿Quieres explicarme qué pasó?
Celeste respondió sintiéndose pequeña bajo su mirada.
—Es una larga historia... No recuerdo mucho sobre ella para ser honesta.
—¿Tienes a dónde ir? ¿Familia?
—No, no tengo a nadie, ni nada, creo —Celeste contestó avergonzada, bajando la mirada.
Alejandro suspiró.
—Bueno, vayamos a mi casa, ahí podremos hablar tranquilamente.
Mientras subían al auto de Alejandro, Celeste no pudo evitar sentir que algo importante estaba por suceder. Sin saberlo, Malakai los observaba desde las sombras, con el rostro contraído en una mueca de enojo.
—Esto aún no ha terminado —siseó el demonio —la batalla por sus almas apenas ha comenzado.
En el cielo, Dios está observando todo esto con atención y las pruebas de Celeste estaban lejos de terminar, pero no tenía duda de que encontrarse con Alejandro es justo lo que ella necesitaba.
El coche de Alejandro se detuvo frente a la majestuosa mansión Montero, Celeste, todavía en shock por los acontecimientos recientes, miró con asombro el majestuoso edificio.
Alejandro rompió el silencio.
—Bienvenida a mi casa, Celeste, sé que es tarde, pero mi madre siempre está despierta a esta hora.
Celeste asintió nerviosamente.
—Gracias, señor Montero, no se como agradecerle...
—No me agradezcas todavía —interrumpió Alejandro —primero, veamos qué podemos hacer por ti.
Al entrar a la mansión, fueron recibidos por la madre de Alejandro, Elena, all ver a su hijo acompañándolo, tenía una expresión de sorpresa en su rostro.
—Alejandro Cariño, ¿Qué pasó? ¿Quién es esta joven?
Alejandro respondió con voz tranquila.
—Mamá, ella es Celeste, está en una situación difícil y necesita ayuda.
Elena miró a Celeste con curiosidad.
—Entiendo, bienvenida Celeste, ¿Puedo ofrecerte algo? ¿Quizás una taza de té?
Celeste se sintió fuera de lugar en aquel lujoso ambiente y dijo tímidamente:
—Sólo una taza de té, gracias.
Mientras Elena se dirigía a la cocina, Alejandro llevó a Celeste a la sala, después de sentarse, Alejandro fue directo al grano.
—Celeste, apenas te conozco, pero sé que necesitas ayuda, he pensado en una solución temporal, si estás de acuerdo.
Celeste lo miró expectante:
—¿Qué solución?
—Podrías trabajar aquí, en la mansión, pasarías a formar parte del personal de servicio, tendrás un lugar seguro donde vivir y un salario justo.
Los ojos de Celeste se abrieron con sorpresa.
—¿Habla en serio? Pero… ¿Por qué haría esto por mí?
Alejandro suspiró y se pasó las manos por el cabello, a decir verdad, algo en su interior le decía que debía ayudarla, y no era solo porque le parecía la chica más bella que había visto en su vida.
—La verdad es que no lo sé, quizás esto sea una locura, pero siento que tengo que ayudarte. Además, mi mamá siempre se queja de que necesitamos más personal.
En ese momento, Elena regresó con el té, Alejandro aprovechó para comunicarle lo que había decidido.
—Hijo, ¿estás seguro? —preguntó Elena mirando a Celeste con cierta confusión.
—Sí, mamá, creo que esto es lo correcto.
Después de que Elena pensó por un momento, asintió.
—Bueno, si así lo crees, Celeste, bienvenida a la familia Montero, empiezas mañana.
Celeste quedó tan conmovida por la repentina generosidad que apenas pudo contener las lágrimas.
—Gracias, muchas gracias, no los decepcionaré.
Los siguientes días pasaron rápidamente y Celeste parecía adaptarse a sus nuevas responsabilidades en la mansión, agradecida por la oportunidad y el techo sobre su cabeza.
Sin embargo, apenas veía a Alejandro, quien parecía más concentrado que nunca en su trabajo.
Una mañana, mientras Celeste limpiaba el estudio de Alejandro, la puerta se abrió de repente, entró una mujer elegante y hermosa con expresión fría, como si fuera su casa.
—¿Dónde está Alejandro? —preguntó la mujer mirando a Celeste con desdén.
Celeste respondió sorprendida.
—El señor Montero está en la oficina, señorita. ¿Puedo ayudarle con algo?
La mujer la miró de arriba abajo:
—Tú debes ser la nueva sirvienta, soy Valeria, prima de Alejandro, estaré aquí por un tiempo.
Celeste asintió respetuosamente:
—Bienvenida, señorita Valeria. ¿Necesita que le prepare una habitación?
Valeria sonrió y miró a Celeste con desdén.
—Ciertamente, y asegúrate de que sea la mejor habitación de huéspedes.
Con eso, Valeria salió del estudio, dejando a Celeste con una sensación de inquietud.
Lo que Celeste no pudo ver fue la sombra del demonio Malakai, susurrando al oído de Valeria, sus maliciosas palabras despertaron malos sentimientos en la mujer.
—Mira esa doncella —susurró Malakai —tan joven, tan hermosa, ¿No crees que Alejandro se fijaría en ella? Tienes que hacer algo al respecto.
Valeria sintió que los celos y la envidia crecían dentro de ella sin darse cuenta de la influencia demoníaca.
A medida que pasan los días, la presencia de Valeria se volvió cada vez más opresiva para Celeste, cuando no había nadie más cerca, Valeria aprovechaba para humillar y menospreciar a la joven.
Una tarde, mientras Celeste tomaba té en el jardín, Valeria decidió atacar:
—Celeste, cariño, ¿Puedes acercarte?
Celeste, siempre educada, se acercó.
—¿Desea algo, señorita Valeria?
Valeria susurró con una sonrisa maliciosa.
—Sabes, noté la forma en que miras a Alejandro, qué lástima, ¿Crees que alguien como él se fijaría en una criada común y corriente como tú?
Celeste se sintió dolida por esta afirmación y trató de defenderse.
—Yo no…no es así…
—Oh, por favor —interrumpió Valeria —eres tan transparente, querida, pero déjame decirte algo, Alejandro necesita una mujer de su clase y no una don nadie que pueda tener un pasado oscuro, ¿O me equivoco?
Las palabras de Valeria hirieron a Celeste como un puñal, su pasado, o la falta de memoria del mismo, era su punto delicado.
Valeria vio que tenía razón y continuó.
—¿Qué dirían todos si supieran dónde te encontró Alejandro? Apuesto a que no saliste de un convento.
Con lágrimas en los ojos, Celeste intentó alejarse, pero Valeria la agarró del brazo.
—Escúchame, pequeña perra, mantente alejada de Alejandro. él es mío, ¿Entiendes? Si te veo mirándolo, me aseguraré de que todos sepan qué tipo de basura eres realmente.
En ese momento, la voz de Alejandro sonó desde la casa.
—¿Valeria? ¿Celeste? ¿Dónde están?
Valeria soltó a Celeste y al instante su rostro se convirtió en una máscara de dulzura.
—¡En el jardín, querido primo!
Enseguida apareció Alejandro, con el rostro mostrando signos de cansancio.
—Ah, ahí están. Celeste, ¿Puedes traerme una taza de café al estudio? Tengo mucho trabajo que hacer.
Celeste intentó mantener la calma y asintió.
—Por supuesto, señor Montero. inmediatamente.
Valeria agarró el brazo de Alejandro mientras Celeste se alejaba.
—Primo, ¿Por qué no te tomas un descanso? Podemos caminar por el jardín como antes.
Alejandro sacudió la cabeza distraídamente.
—Lo siento Valeria, pero realmente tengo mucho que hacer, tal vez la próxima vez.
Valeria hizo un puchero, pero Alejandro ya se había dado vuelta y se dirigía hacia el estudio.
En la cocina, Celeste preparaba café mientras sus manos temblaban, las palabras de Valeria resonaban en su mente, mezcladas con su propia confusión sobre su pasado. ¿Por qué no lo recordaba?
Malakai, invisible para todos, contemplaba la escena con deleite, su plan estaba saliendo bien. La sospecha y el miedo se arraigaron en la mente de Celeste, pero Alejandro permanecía distante, ciego a todo.
Esa noche, mientras todos dormían, Celeste se coló en el jardín. Al mirar las estrellas, sintió una profunda soledad y un anhelo por algo que ya no podía recordar.
—¿Quién soy? —Susurró al viento —¿Por qué estoy aquí?
Sin que Celeste lo supiera, en ese mismo momento Alejandro estaba mirándola desde la ventana de su estudio. La figura solitaria de la joven a la luz de la luna despertó en él una emoción que creía haber olvidado.
Alejandro murmuró para sí mismo.
—¿Qué secretos escondes, Celeste? ¿Y por qué siento que de alguna manera están conectados con los míos?