Gunnar

1139 Words
Me senté dormitando en el suelo. Lloré durante horas hasta que se hizo de día, tenía hambre y mucha sed. A mí también me dolían los ojos. Tenía muchas ganas de dormir en la cama, por desgracia no tenía ni idea de quién era el dueño de la habitación. Uno de mis compañeros me dejó claro que no me acostaría con ninguno de ellos. Debería estar aliviada, pero no lo estaba. Me reí como loca al pensar en mi estúpido deseo de hace una semana. Fui tan tonta al pensar que me emparejarían con un rango inferior que podría amarme por mí. Incluso planeé convencerle de que huyera conmigo si me amaba. Sin embargo, el destino era muy cruel y la diosa no tenía corazón. Se aseguró de que me aparease con mis enemigos y con los peores hombres de nuestro territorio, a los que todos temían. Suspiré suavemente y me tumbé en el suelo para tratar de dormir un poco. Cuando la puerta se abrió, me senté rápidamente y bajé los ojos al suelo. Por el increíble aroma que capté, supe que era uno de los gemelos. Se acercó y se sentó en el suelo en silencio. Me tensé con miedo y me mordí el labio inferior. No quería decir nada, ni siquiera mirarle. Pasaron unos minutos y empecé a dormitar perezosamente de nuevo. Cerré los ojos un segundo y me apoyé en un hombro fuerte y cálido. Debería estar asustada, pero el cosquilleo me tranquilizó. Abrí los ojos con miedo cuando me levantaron al estilo nupcial. Quise resistirme, pero me dio mucho miedo. Me tumbaron en la cama y poco después se metió y me abrazó, por suerte estaba de espaldas a él. —¿Tienes hambre? —Me preguntó suavemente. Fruncí el ceño confundida y luego asentí. —Pronto te traerán la comida. —susurró y luego me acercó a él. Mi espalda se encontró con su duro pecho. —Esta será tu habitación a partir de hoy, así que siéntete libre de bañarte y vestirte como quieras. —dijo en voz baja. Mi lobo ronroneó de placer ante las palabras de consentimiento y consideración de nuestro compañero. Aunque la habían tratado mal hace tiempo, no le importaba, lo único que le importaba era que la aceptaran. Lentamente levanté mi mano y la presioné sobre la suya. No tuve que preguntar quién era, tenía el presentimiento de que era Magnus. Porque fue el único que me abrazó cuando me desmayé. Además, había tratado de hablar conmigo, daba miedo, pero también parecía amigable. —Gracias. —susurré, y luego fruncí el ceño al notar lo tenso que estaba. Se movió hacia atrás, haciéndome hacer una mueca. Quería su calor a mi alrededor, no sólo me reconfortaba, sino que me hacía feliz. Se sentó erguido y suspiró. —¿Tanto te asustó mi hermano cuando te dio esas reglas? —preguntó suavemente. Quería sentarme con la espalda recta y mirarle, pero por alguna razón sabía que lo odiaría. —Sí. —respondí con sinceridad. —¿Ahora odias a Gunnar? —preguntó. Guardé silencio, sin saber qué responder. Me daba mucho miedo y no me gustaba ninguno de los dos porque habían matado a mi padre. Pero en el fondo, una parte de mí ya se sentía atraída por ellos y veía más allá de su mal trato. Quería cogerle la mano y confesarle lo que sentía profundamente, contarle mis secretos más enterrados. —No le odio, sólo le tengo miedo porque me asfixia. Sé que no soy lo que ambos quieren porque soy débil y no tan hermosa. Pero me dolió cuando dijo que quería elegir a otra omega que no fuera yo, me sentí mal y mi lobo estaba muy dolido, así que le gruñí. —Respondí con sinceridad. —Gunnar no te odia en absoluto, ninguno de nosotros lo hace. —Me dijo sorprendentemente. Me senté lentamente sin mirarle. —Me dio estas reglas y me llamó por mi rango, no por mi nombre. —Le contesté. —Sí, eso es porque no sabe cómo expresar sus sentimientos por ti. —Respondió y se puso de pie. No tenía ni idea de si lo que decía era verdad o mentira, estaba muy desconcertada porque me hablaba y me trataba con amabilidad. ¿Por qué lo hacía si él era un rango alto y un alfa, aunque yo fuera su compañera? Yo seguía siendo una omega. La puerta se abrió y me tensé cuando entró el otro gemelo. —Los guerreros nos esperan en el campo de entrenamiento. —dijo. —Ahora mismo iré. —El alfa que estaba a mi lado respondió en voz baja. —No llegues tarde, Gunnar. —dijo el Alfa en la puerta y luego la cerró de firme. Abrí los ojos de golpe y miré a mi compañero sentado a mi lado, pasándose la mano por el pelo. ¡Era Gunnar! Él era el espeluznante y frío que me había amenazado con las reglas. ¿Por qué demonios se defendió a sí mismo y me contó todo esto? ¿Por qué estaba siendo tan amable y fingiendo ser Magnus? Quería preguntarle, pero no me salían las palabras. «Es nuestro compañero, así que nos cuida». Mi lobo ronroneó felizmente. «En serio, no sé por qué siempre ves lo bueno en él cuando no lo es. ¿Has olvidado lo que nos hizo?», le pregunté a mi lobo interior en voz baja. «Eso fue en el pasado. Nuestro compañero estaba confundido y triste». Me gruñó con fuerza. Lo ignoré y me crucé de brazos. Estaba muy molesta conmigo misma porque era muy débil con ellos. —M***** —Susurró Gunnar y luego salió sin palabras de la habitación. Me levanté rápidamente para seguirlo, pero me detuve a mitad de camino. ¿Y si cambia de opinión y de comportamiento y luego decide hacerme daño? Hace un tiempo me sentía cómoda cerca de él, pero ahora que sabía quién era realmente, definitivamente no quería acercarme a él. Llamaron a la puerta, sobresaltándome. Me levanté y caminé lentamente hacia ella, luego la abrí. Respiré aliviada cuando Eva me sonrió con una bandeja de comida. —Por favor, pasa. —dije alegremente. Entró y puso la bandeja sobre la cama. —Ahora dime, ¿ya se han apareado contigo? —preguntó con seriedad. Rápidamente me acerqué a ella y la abracé. —Me dan miedo. —respondí con seriedad. —Bueno, aunque sean alfas, no te harán daño de todos modos. —Ella dijo. Me aparté y me rasqué la frente con nerviosismo. —Conozco esa mirada, dime qué pasa. —Preguntó. —Los dos son mis compañeros. —respondí. —¿Qué? —gritó Eva sorprendida. —Sí, en efecto, así mismo me quedé yo, con la boca abierta y temblando. —Le respondí.
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