CAPÍTULO TRES

2024 Words
CAPÍTULO TRES Era un trayecto de solo veinte minutos desde Midtown a Ashton. Eran las 9:20 cuando dejaron la escena del crimen y el tráfico de un viernes por la noche seguía siendo tan penoso como implacable. En cuanto salieron de lo peor del tráfico e ingresaron en la autopista, Kate notó que DeMarco estaba desusadamente silenciosa. Estaba en el asiento de copiloto, contemplando con aire casi desafiante el panorama de la ciudad que pasaba ante su vista. —¿Todo bien por allí? —preguntó Kate. Sin girarse hacia Kate, DeMarco contestó de inmediato, dejando en claro que algo había en su mente desde que dejaron la escena del crimen. —Sé que has estado en esto desde hace rato y conoces cómo son las cosas, pero yo solo una vez he tenido que dar la noticia de que un m*****o de la familia está muerto. Lo detesté. Me hizo sentir pésima. Y realmente quería que me hubieses preguntado antes de ofrecerte a hacerlo. —Lo siento. Ni siquiera lo pensé. Pero es parte del trabajo en algunos casos. A riesgo de sonar fría, es mejor acostumbrarse a ello desde el principio. Además… si estamos llevando el caso, ¿cuál es el punto en delegar esta miserable tarea a ese pobre detective? —De todas maneras… no estaría de más en el futuro un poco de consulta en cosas como esa. El tono de su voz era de irritación, algo que no le había escuchado antes a DeMarco —no dirigido hacia ella en todo caso. —Sí —dijo, y lo dejó así. Rodaron el resto del camino hacia Ashton en silencio. Kate había trabajado en suficientes casos donde ella tenía que dar las noticias de una muerte como para saber que cualquier tensión entre compañeros empeoraría las cosas. Pero también sabía que DeMarco no era del tipo que iba escuchar cualquier lección que ella tuviera que impartirle en tanto estuviese enfadada. Así que quizás esto, pensó Kate, sería algo que simplemente podría aprender a través de las experiencias. Llegaron a la residencia Tucker a las 9:42. A Kate no la sorprendió en lo absoluto ver que la luz del porche, al igual que casi cada luz de la casa, estaba encendida. A juzgar por el atuendo de Jack Tucker, él había salido a trotar por la mañana. La pregunta de porqué su cuerpo había sido hallado en la ciudad, sin embargo, generaba muchas preguntas. Todas esas preguntas presumiblemente conducían a una esposa muy preocupada. Una esposa preocupada que está a punto de descubrir que ahora es una viuda, pensó Kate. Dios mío, espero que no tengan chicos. Kate estacionó delante de la casa y se bajaron del auto. DeMarco la seguía, solo que más despacio, como si quisiera dejarle en claro a Kate que no estaba para nada feliz acerca de este detalle en particular. Ascendieron por el camino empedrado que llevaba a la escalinata y Kate observó cómo la puerta principal se abría antes de que ellas siquiera llegaran al portal. La mujer en la puerta las vio y se paralizó. Se veía como si estuviera haciendo un esfuerzo para encontrar las palabras que quería pronunciar. Al final, todo lo que pudo decir fue: —¿Quiénes son ustedes? Kate lentamente metió la mano en el bolsillo de su chaqueta para buscar su identificación. Antes de que pudiera mostrarla completamente o dar su nombre, la esposa ya sabía. Lo expresaron sus ojos y el modo en que su rostro lentamente comenzó a arrugarse. Y cuando Kate y DeMarco finalmente llegaron a los escalones del portal, la esposa de Jack Tucker cayó de rodillas en la entrada y comenzó a gemir. *** Resultó que los Tuckers sí tenían chicos. Tres de siete, diez, y trece. Estaban todavía despiertos, matando el tiempo en el salón de recibo mientras Kate hacía lo que podía para que la esposa—Missy, ella logró presentarse entre lágrimas y gemidos— pasara y se sentara. La de trece años se apresuró a venir al lado de su madre mientras esta asimilaba la devastadora noticia que acababa de recibir, y DeMarco hacía su mejor esfuerzo para alejar a los otros dos niños. De alguna manera, Kate se dio cuenta que quizás había sido severa con DeMarco. Los primeros veinte minutos que pasó esa noche en el hogar de los Tucker fueron desgarradores. En su carrera solo hubo otro momento así de doloroso. Miró a DeMarco, tanto durante como después de que ella intentara apartar a los niños, y vio la cólera y la actitud desafiante. Kate se figuró que esto podría ser algo que DeMarco tendría en contra de ella por mucho tiempo. En algún momento en medio de todo esto, Missy Tucker se dio cuenta de que tenía que hallar a alguien que estuviera con sus hijos, si pretendía ser de alguna ayuda para Kate y DeMarco. Entre sollozos, llamó a su cuñado, dándole a su vez las noticias. Él y su esposa también vivían en Ashton, así que salieron casi de inmediato para encargarse de los niños. En un esfuerzo para darle a Missy y a los niños Tucker algo de privacidad para enfrentar su pena, Kate obtuvo el permiso de Missy para revisar la casa en busca de indicios de lo que podría haber ocurrido para que alguien terminara deseando asesinar a su marido. Comenzaron por el dormitorio principal, registrando las mesitas de noche de los Tuckers y sus objetos personales teniendo como fondo los sollozos de la familia en la planta baja. —Esto realmente es desagradable —dijo DeMarco. —Lo es. Lo siento, DeMarco. De verdad. Yo solo pensé que sería más fácil para todos los involucrados. —¿Realmente es así? —preguntó DeMarco— Sé que todavía no te conozco bien, pero una de las cosas que conozco acerca de ti es que tienes una tendencia a salirte de tu senda para aplicarte toda la presión que puedas. Es porque no puedes solucionar algo tan simple como balancear tu tiempo con el Buró con el tiempo para tu familia. —¿Perdón? —preguntó Kate, sintiendo una llamarada de indignación. DeMarco se encogió de hombros. —Lo siento. Pero es cierto. Los policías locales podrían haber hecho esto y nosotros podríamos haber estado en cualquier otro lugar, indagando este caso. —Sin testigos, la esposa es la mejor apuesta —dijo Kate—. Solo que ella también tiene que lidiar con la muerte de su marido. Es horrible para todos los involucrados. Pero tienes que superar tu propia incomodidad. En el gran esquema de las cosas, ¿quién sufre la mayor tribulación ahora mismo? ¿Tú o la reciente viuda que está allá abajo con su pena? Kate no estaba consciente de su tono irritado y destemplado hasta que las últimas palabras salieron su boca. DeMarco la contempló por un momento antes de menear su cabeza como una adolescente malcriada sin nada que replicar y salió de la habitación. Cuando Kate salió a su vez de la habitación, vio que DeMarco estaba revisando un estudio y una pequeña biblioteca justo al final del corredor. Kate la dejó en eso, optando por salir en busca de indicios. No estaba esperando encontrar algo mientras bordeaba los costados de la casa, pero sabía que sería irresponsible no seguir la rutina. Regresando al interior, vio que el hermano de Jack Tucker y su esposa habían llegado. El hermano y Missy se hallaban enlazados en un trémulo abrazo mientras la esposa se arrodillaba junto a los niños y les daba a todos un abrazo. Kate vio que la de trece años —una chica que se parecía mucho a su padre— tenía una mirada inexpresiva en su rostro. Al verlos, no culpó a DeMarco por estar molesta con ella. —¿Agente Wise? Kate se volvió, a punto de dirigirse a los escalones, y vio venir a Missy por el pasillo. —¿Sí? —Si vamos a hablar, hagámoslo ahora. No sé por cuánto tiempo más pueda mantenerme serena —ya comenzaba de nuevo con los gemidos y los llantos por lo bajo. Considerando que la noticia de la muerte de su marido se sabía hacía apenas una hora, Kate admiró su fortaleza. Missy no dijo nada más, pero subió los escalones echando un vistazo hacia la sala de recibo donde sus hijos y parientes estaban reunidos. DeMarco se unió a ellas desde donde se encontraba, examinando el gabinete de medicamentos en el baño de la planta alta, y las tres ingresaron al dormitorio principal —el que Kate y DeMarco ya habían revisado. Missy se sentó en el borde de la cama como una mujer que se despierta de un muy mal sueño, solo para darse cuenta de que el sueño era real. —Usted me preguntó antes porqué estaba él en la ciudad de Nueva York —dijo—. Jack trabajaba como contador senior para una importante firma, Adler y Johnson. Ellos han estado trabajando día y noche en una gran auditoría para una compañía de energía nuclear que está terminando su contrato en Carolina del Sur. En las jornadas en las que han terminado a altas horas de la noche, él simplemente se había estado quedando en la ciudad. —¿Esperaba que regresara esta noche o estaba usted pensando que se quedaría en un hotel? —preguntó DeMarco. —Yo hablé con él como a las siete de esta mañana, antes de que saliera para su carrera matutina. Dijo no solo que planeaba llegar hoy a casa, sino que probablemente vendría temprano, quizás alrededor de las cuatro. —Supongo que en algún momento comenzó a llamarlo o enviarle mensajes de texto, cuando se dio cuenta de que se estaba haciendo tarde —preguntó Kate. —Sí, pero no hasta las siete más o menos. Cuando esos hombres se enfrascan en sus trabajos, el tiempo no existe. —Sra. Tucker, el FBI fue llamado por el asesinato de su marido debido a que la situación refleja los detalles y circunstancias de un caso de hace ocho años. La víctima era otro hombre que vivía aquí en Ashton, asesinado también en Nueva York —explicó Kate—. No hay evidencias firmes que lo sostengan, pero es lo suficientemente parecido para haber alarmado al Buró. Así que es muy importante que usted trate de pensar en alguna persona que se haya vuelto enemiga de su marido. Kate podía afirmar que Missy estaba luchando de nuevo por retener las lágrimas. Se tragó la necesidad de dar rienda suelta a la pena, tratando de reprimirla. —No puedo pensar en nadie. No lo estoy diciendo porque ame al hombre, era extremadamente amable. Fuera de unas pocas y pequeñas discusiones en el trabajo, no creo que alguna vez haya sostenido una discusión acalorada. —¿Qué hay de algún amigo cercano? —preguntó Kate— ¿Hay algunos amigos, hombres en particular, con los que él se juntara que pudieran haber visto otro lado de él? —Bueno, le gustaba tontear con este grupo de amigos allá en el club de yates, pero no creo que ellos le describirían como alguien negativo. — ¿Tiene los nombres de algunos de estos amigos con los que pudiéramos hablar? —preguntó DeMarco. —Sí. Tenía este pequeño grupo… él y otros tres sujetos. Se juntan en el club de yates o se la pasan en el bar y miran los partidos. De fútbol, más que nada. —¿Por casualidad sabe si alguno de ellos tiene personas que pudiera considerar enemigas? —preguntó DeMarco— ¿Incluso ex-esposas celosas o parientes distanciados? —No sé. No los conozco tan bien... El sonido de un llanto sin control en la planta baja la interrumpió. Missy miró en dirección a la puerta del dormitorio con una expresión que conmovió el corazón de Kate. —Ese es Dylan, nuestro hijo del medio. Él y su padre eran… Calló entonces, su labio temblaba mientras intentaba mantenerse serena. —Está bien, Sra. Tucker —dijo DeMarco—. Vaya con sus hijos. Tenemos suficiente para empezar. Missy se incorporó rápidamente y corrió hacia la puerta, comenzando a llorar. DeMarco la siguió con paso lento, lanzando una mirada de irritación hacia Kate. Esta se quedó parada en el dormitorio un rato más, poniendo freno a sus propias emociones. No, esta parte del trabajo nunca se hacía más fácil. Y el hecho de que hubieran conseguido tan poca información con esa visita lo hacía aún peor. Finalmente se dirigió de regreso al corredor, comprendiendo porqué DeMarco estaba enojada con ella. Diablos, estaba un poco molesta consigo misma. Kate bajó y se dirigió a la puerta. Vio que DeMarco ya se estaba subiendo al auto, enjugándose las lágrimas de sus ojos. Kate cerró la puerta suavemente detrás de ella, con el pesar y el llanto de la familia Tucker como un ujier que la iba conduciendo y la hundía más y más en un caso que ya parecía perdido.
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