Adelaide
No podía creer lo que acaba de escuchar, mi abuelo no había muerto por enfermedad, sino que se trataba de un asesinato. ¿Cómo era eso posible? Pero, aunque ello me tenía bastante perpleja, lo que más me dejó pensativa fue el hecho de que se dijera que el culpable lo había visitado en sus últimas horas antes de morir. Entendí entonces que todo podría llegar a desarrollarse en mi contra desde ese preciso momento y no había forma de evitarlo. Yo fui la última que lo visitó, entré a su cuarto sola y nadie podría corroborar que no había hecho nada. Además, ya todos sabían que yo había estado allí, porque fui quien dio el permiso para llevarlo a la clínica, de modo que el doctor, las enfermeras y los guardaespaldas me vieron, incluso los pocos periodistas frente a la clínica me vieron
