Adelaide
Cuando el piso inferior se sintió un poco más silencioso y mi momento de reflexión había terminado, decidí finalmente bajar las escaleras para escuchar el testamento. Bajè lentamente, sosteniendo a los dragones en un abrazo eterno. Tenía la sensación de que iba a sentir la necesidad de un poco de compañía, y al ver que aún quedaban personas, me marché de nuevo a la sala de estar y me senté junto a Damian, que estaba cómicamente medio dormido. Para ocupar mi mente en otras cosas, me puse a contemplar su rostro y la mueca que hacía al dormir, y me reí al pensar en la bella durmiente, los cuentos fantasiosos reconocidos que al final no eran más que historias escalofriantes. En fin, me quedé mirándolo un buen rato, hasta que me aburrí y empecé a molestarlo con un corto hilo que había
