Cuando se despertó por la mañana, antes incluso de abrir los ojos, Melisa olió el intenso aroma del perfume de Alex y pensó que estaba abrazando su almohada. —¿Por qué tienes que oler tan bien? —preguntó abrazándolo aún más fuerte. —No me culpes por algo que no puedo controlar —respondió Alex sin aliento. Fue entonces cuando recordó la noche anterior. Inmediatamente saltó de la cama, lo que terminó por asustarlo. —¿Esa es alguna forma de despertarme por la mañana? —preguntó aún soñoliento. —No quise despertarte —dijo sintiéndose muy avergonzada. Él no dijo nada, él creía que los dos habían dormido juntos, se habían abrazado, mucho menos lo que acababa de decir. —¿Por qué saltaste de la cama tan de repente? ¿Por casualidad llegamos tarde? —No, no es eso. —No sabía cómo comportarse.

