Absurdo

1264 Words
Dentro de una oficina de una gran empresa, estaba Alexandre Gracia. CEO de la corporación de telecomunicaciones más grande del país. Alex respiraba profundamente mientras hablaba por teléfono con su abuelo, Joaquim Gracia. —Qué sorpresa, que me llames así de la nada, abuelo, después de que te mudaste a Suiza, pareces estar más desconectado de los negocios. —No te llamo de la nada. Sabes que no soy del tipo que se preocupa por tener una pequeña charla. —La voz del hombre al otro lado de la línea era seria. —Me alegro que no lo sea, porque yo tampoco. Asi que vayamos directo al grano ya que estoy ocupado —dijo con impaciencia. —¿Cómo van las cosas en la empresa? Desde que me fui y te puse en mi lugar, no tengo más informes sobre las cosas. —Quizás porque te mudaste fuera del país para descansar, ¿no? ¿Por qué te enviaría cosas de trabajo? —Eres muy directo, Alex, me gusta tanto que estoy pensando seriamente en no volver a la empresa. Quizás, durante mis vacaciones, empiece a jubilarme, ¿qué te parece? —¿Quieres que te diga la verdad? —cuestionó—. Ya es hora. Ya eres muy mayor, debes cuidar tu salud y disfrutar más de tu vida. —¿Disfrutar de la vida? —se rio—. Quizás tengas razón. Trabajé toda mi juventud para construir la empresa, a diferencia de ti, que ya pensabas que todo estaba listo y puedes disfrutar de todo el vigor de tu juventud como quieras. —No es asi, abuelo, no es devaluar tus esfuerzos para construir la empresa, pero debes saber que para que siga funcionando, yo también pierdo muchas noches de sueño. —¿Y las mujeres? ¿Cómo gestionas tu tiempo con ellas? Alex sabía que la pregunta de su abuelo era un poco objetiva, y que detrás de ella había segundas intenciones. —Estoy trabajando mucho abuelo, no tengo tiempo para estas cosas, solo quiero concentrarme en el trabajo. —No deberías pensar así. Necesita una mujer a tu lado, que te ayude. —No digo que no tenga tiempo para ello, solo dije que no son mi prioridad en este momento. —Alex, para poder jubilarme y estar completamente despreocupado, necesito saber que tienes a alguien a tu lado. Una mujer de valor, que te ayuda con los problemas de la vida. —No te preocupes abuelo, yo sé cuidarme, no hay nada que no pueda manejar. —Sabes que cuando me pongo algo en la cabeza nadie me lo puede quitar, ¿verdad? En dos días llegaré allí y voy con un par de amigos míos a quienes tengo en gran estima. Su hija también irá, es bueno que la conozcas, quién sabe, tal vez tu mente se abra más. Estás a punto de cumplir 30 años. Sabes que después de que perdí a tu padre, eres el único m*****o de la familia que me queda. Quiero ver a mi nieto casado con una buena chica y con una familia que cuidar. —Abuelo, no intentes forzar las cosas. No me casaré con la hija de tu amigo sólo porque ustedes dos se llevan bien. -—Será mejor que pienses más en esto, Alex, eres mi único nieto. No me contradigas. Sólo me jubilaré cuando estés casado —colgó el teléfono. Alexandre agarró el celular en su mano, tan enojado que simplemente no lo arrojó contra la pared porque sabía que necesitaba usarlo. Levantándose de donde estaba, tomó su abrigo y se lo puso. Saliendo de allí con tanta prisa que quien se interpusiera en su camino acabaría pasándole por encima. Tomó el ascensor, fue directo al garaje y se montó en su Rolls-Royce, que había comprado hacia apenas un mes. Mientras conducía, llamó a su abogado y le explicó la situación en la que su abuelo queria ponerlo. —¿Eso significa que tu abuelo quiere que contraigas un matrimonio de conveniencia? —al otro lado de la línea estaba Fabio Souza, el abogado de Alex. —Asi es, ¿tienes alguna idea de lo absurdo que está por suceder? ¡Ese viejo cree que puede decidir esto en mi lugar! —¿Sabes quién es la mujer con quién quiere casarte? —No lo sé y tampoco quiero saberlo. No quiero eso en mi vida, no me interesa ese tipo de cosas, necesito encontrar una manera de salir de este lío, y sólo tengo dos días para hacerlo. ¿Qué crees que debería hacer? —Ya dijiste que no querías, pero él insistió, y sabemos que cuando se mete algo en la cabeza, nadie se lo quita, antes de que esté terminado... —dijo Fabio—. ¡La única forma de escapar de este problema es casarte! —¿Estás loco? ¡Dije que no quiero casarme! —golpeó el volante. —No necesitas casarte con la mujer que tu abuelo quiere conseguirte, solo busca una esposa falsa, de esa manera tendrá que quitarse esa idea de la cabeza. —¿Crees que esto podría funcionar? —Por supuesto. Dijo que quiere verte casado, ¿verdad? —Si —respondió. —Pero no específico que tendría que ser con la persona que te quiere presentar, ¿verdad? —Así es. —Encuentra una esposa falsa, haz un contrato y cásate con ella hasta que se calme el polvo. —La idea no es tan mala, pero las mujeres que conozco son todas interesadas, ¿y si una de ellas termina exponiendo este acuerdo a la prensa o chantajeándome después de que finalice el contrato? —Es cierto, necesitas encontrar a alguien que esté en tus manos, a quien puedas chantajear, si quieres aprovechar la situación. —¿Y dónde voy a encontrar una mujer así, en menos de dos días? Antes de terminar de hablar, sintió que algo golpeaba su auto al pasar el semáforo. —Te llamo más tarde, Fabio, un loco acaba de cruzarse en mi camino. Estacionando al costado de la carretera, se bajó del auto, y se dio cuenta de que era una mujer. —¿Estás loca por casualidad? ¿No viste que la maldita luz estaba en rojo para ti? —le gritó a la mujer, quien se levantó del suelo. —Lo siento, no me di cuenta —dijo llorando al ver su bicicleta completamente destrozada. Mientras tanto, Alex observaba los daños de su coche. El faro se había roto y había una pequeña abolladura en la lata. Su ira aumentó a un nivel incontrolable, que casi ataca a la mujer. —No hace un mes que tengo este auto, ¿te das cuenta de lo que acabas de hacer? ¡Quiero que me pagues ahora! —¿Puedes por favor llevarme al hospital? —pregunto—. Juro que pagaré todos los daños, pero necesito llegar al hospital lo más rápido posible —suplicó. —¡Ni siquiera saliste herida, basta de drama! —Es mi hija la que está en el hospital. Por favor, llévame allí. No huiré de la responsabilidad. Mi nombre es Melisa y ahora no tengo dinero aquí, además mi bicicleta está destrozada. Alex sabía que esa mujer nunca tendría dinero para pagar los daños de su coche, pero no queria que eso pasara desapercibido. Su dia ya era malo y esa mujer acababa de arruinarlo. Sin embargo, se dio cuenta de que ella estaba muy desesperada, por lo que decidió ayudarla. —¡Sube al auto ahora! —dijo sin paciencia.
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