Mientras una mano recorría su cintura, la otra tiraba suavemente del cabello de Melisa, sin dejarla alejarse ni un milímetro para respirar. Esto fue mejor que la primera vez que se atrevió a besarla y nunca quiso que terminara. Melisa ya se sentía atrapada, y aunque era bueno, porque no podía negar que lo estaba disfrutando, sabía que era peligroso. Ella no tenía ninguna razón para que Alex la besara, más allá de masajear su propio ego y ella no lo dejaría hacerlo bajo ninguna circunstancia. Con el resto de fuerza y lucidez que tenía y... consciente, empujó a Alex. Puso una cara extraña, como si lo hubieran obligado a despertar de un sueño maravilloso. —¿Qué crees que estás haciendo? —ella preguntó nerviosamente. Él la miró fijamente. Odiaba que lo alejaran de algo que realmente disf

