Melisa prefería creer que lo que acababa de imaginar estaba todo en su cabeza. —No imaginaba que Alexander pensara tanto en mí —dijo inocentemente, sin ninguna malicia. —Oh, créeme, piensa mucho y no quiere ni saber cómo. —La mujer volvió a reír—. Entra, te mostraré dónde está. Melisa entró torpemente a ese apartamento. El lugar era muy extraño, las luces estaban apagadas y solo había una lámpara roja, iluminando la habitación. Un humo extraño se extendía por todo el lugar y sonaba música. —Puedes venir aquí amor, no se despertará solo y no creo que las dos podamos levantarlo. —La mujer señaló un dormitorio, que también seguía el mismo estilo que el salón. Cuando Melisa entró en ese lugar casi le da un infarto al ver a Alex recostado en la cama, de la forma en que vino al mundo. Inmed

