Alex se dio cuenta de que la mujer no estaba de buen humor, pero él tampoco. Sin embargo, sabía que las cosas sólo podían empeorar a partir de ese momento. —Entiendo lo que pasa, Melisa, no necesita decir nada más, no te preocupes, lo arreglaré. Ella lo miró de reojo, pero sin dejar que él se diera cuenta. —Llamaré y pediré la cena en mi habitación. Hoy nos calmaremos, mañana será otro día y veremos qué pasa. Ella volvió a jugar con su teléfono, ignorándolo. Unos minutos después, la cena llegó a la habitación. Se sentó cerca del balcón de la habitación, donde había una pequeña mesa con dos sillas, y comenzó a comer. Pronto, Alex se sentó a la mesa. Los dos comieron en silencio, ignorando la presencia del otro. Unas horas más tarde, oyó que llamaban a la puerta. Mientras Alex estaba e

