Meto mi mano en mi bolsillo y tomo mi móvil para marcar al único que puede ayudarme en estos momentos.
—¿Bastian? —atiende al primer llamado—. Carajo, hermano. ¿Por qué llamas a esta hora?
Escucho ruido de fondo acompañado de una voz chillona y claramente femenina. Alguien ha sido interrumpido y lo lamento por él, pero nada va a ocurrir con esa señorita esta noche.
—Escuchame, necesito que vengas por mi.
—¿Ir por ti? ¿Dónde te metiste? —brama.
—Estoy en casa de los Anderson —respondo algo divertido, ya sabiendo su respuesta.
—¿Pero qué mierda haces en casa de la castaña? No. No me respondas, no quiero saberlo. —Respira hondo y luego suspira—. En cinco o tal vez diez estoy allá.
Y cuelga.
Sonrío. Él siempre está para mi.
Acelero el motor para llegar más rápido y así poder ayudar a
