**ADRIANA**
Con su postura recta, sus manos en los bolsillos del abrigo, y esa expresión sería que ya conocía de memoria. A su lado, Carlota, impecable como siempre, hablaba con entusiasmo mientras él parecía esperar un taxi.
Por un instante me detuve. No por él. No por ella. Si no por la ola repentina de emociones que me atravesó sin permiso. Pero no iba a ceder. Ya no.
Volví el rostro hacia Gabriel y forcé una sonrisa, como si no los hubiera visto.
—¿Y luego yo soy la dramática? —bromeé, sacudiendo la cabeza.
Gabriel, sin haberse percatado de nada, continuó su relato sin pausa, y yo seguí caminando a su lado. No miré atrás. No valía la pena.
Seguimos caminando y mi paso se volvió más firme con cada metro que nos alejábamos. Aún sentía esa mirada sobre mí —la de Tomás—, quemándome l
