**TOMAS** Mi nombre, en su voz, me paraliza. Me giro. Adriana. Corre entre la multitud, sorteando equipaje, la respiración entrecortada, los ojos brillantes de dolor. Instintivamente, quiero huir. Ignorarla. Pero sé que si la dejo acercarse, cederé. Inmóvil, la veo detenerse a un paso. Me mira, intentando grabarme en su memoria. Yo me trago el dolor. —No podía dejar que te fueras sin esto… —susurra, acercándose aún más. Y entonces, hago lo que juré no hacer. Extiendo los brazos. No es debilidad, ni cobardía. No porque merece este último abrazo. Merece saber que, aunque separados, siempre me importará. La abrazo contra mi pecho. En ese instante, el mundo desaparece. No existen vuelos, horarios, ni reglas. Solo ella. Pequeña, frágil, temblando en mis brazos, despidiéndose quizás de algo

