**TOMAS**
Yo solo pensaba que no podía dejarla ir de mi lado. Pero tampoco sabía cómo pedirle que se quedara. Subimos en silencio. Y al abrir la puerta de mi apartamento, se adelantó con curiosidad, escaneando cada rincón, como si quisiera descubrir algo de mí entre los muebles, los libros, los restos de mi rutina.
—Está limpio —dijo al fin, mirando hacia la cocina—. No esperaba eso.
—Gracias… supongo —murmuré.
Se giró hacia mí, con una sonrisa apenas dibujada.
—Ahora sí parece el lugar de un adulto funcional.
Yo solté una pequeña risa, rendido ante su naturalidad. No sabía qué pretendía.
No sabía si venía a decirme adiós o a quedarse un rato más. Solo sabía que estaba aquí. Conmigo. Y por ahora… eso bastaba.
La miraba recorrer mi apartamento con esa chispa en los ojos que siemp
