El apuesto moreno se quedó con sus ojos clavados en aquel hombre quien era su padre cuyo nombre era: Alejandro. Las turbulencias emocionales que lo asediaban convertían su mirada en un fuego abrasador, capaz de hacer temblar a cualquiera. Ante la intensidad de esa mirada, el hombre mayor no pudo evitar experimentar un ligero escalofrío de nerviosismo. ―Ehh... se-señor, ¿en qué puedo servirle? ¿Su-sucede algo? ―balbuceó el señor Alejandro con una voz temblorosa, tratando de ocultar su inquietud y luego tragó profundo. «Queria que me vieras, maldito»―pensó Stavros sintiendo un dolor desgarrador. Mientras tanto, desde la cocina, Marla su esposa, observaba la escena con el ceño fruncido, y su mente divagaba entre la curiosidad y la emoción. Aquel misterioso y acaudalado hombre guardaba un p

