En ese instante, Stavros se llevó el cigarrillo que sacó a los labios, buscando un encendedor en los bolsillos de su traje negr0. Absalón, con una sonrisa sarcástica curvando sus labios, le tendió el suyo sin vacilar. Era un encendedor de plata labrada, ostentoso y caro, como todo lo que poseía.
—10 millones de dólares por la información y los contactos del servicio de inteligencia del país... y otra cosa —contestó, sus ojos azules brillando con un destello malicioso.
Stavros encendió su cigarrillo, soltando una larga bocanada de humo que se arremolinó en el aire mientras observaba a Absalón con mirada impasible, sin dejarse intimidar por su actitud desafiante.
—¿Qué será? —preguntó, llevándose el cigarrillo a los labios una vez más.
Los ojos de Absalón se entrecerraron, reflejando una
