―¡Si señor, ayer cuando usted se fue todo enojado, quise recompensarlo con esto! Desde hace días he andado en esas averiguaciones y ayer conseguí la información restante. ¡No le había dicho nada porque usted había estado ocupado, pero le iba a dar la sorpresa! ¡Asi que, por favor, no me pegue, aunque… si sé que me lo merezco! Stavros, con una mezcla de sorpresa y asombro, recibió la carpeta que Hermes le ofrecía quien con manos temblorosas se la daba. El moreno con mucha curiosidad tomó la carpeta, abrió el archivo y sus ojos escudriñaron cada detalle de las fotografías, las pupilas dilatadas de sus ojos azules denotaban intensidad mientras su mente absorbía la información revelada. ―¡Ese, señor tiene un restaurante en Brooklyn por la avenida cinco con diez!―comentó Hermes, arrodillado a

