El ambiente estaba cargado de una sensación de calidez y camaradería después de la comida. Los griegos, con un aire de complicidad, pagaron la cuenta y se excusaron para dirigirse al baño, con la intención de discutir algunos asuntos en privado. Mientras tanto, Virginia y Jennifer se encontraban dentro del automóvil, sumidas en una conversación amistosa y cómplice, como solo las mujeres saben tener.
Virginia rompió el silencio con cierto temor reflejado en su voz:
―Ay ¿Entonces se va, jefa?―Sus ojos buscaban los de Jennifer, implorando una respuesta que aliviaría la inquietud que comenzaba a apoderarse de ella―Yo queria compartir más con usted.
Jennifer, con un semblante ligeramente acongojado, asintió lentamente.
―Sí, mi Stav tuvo un problema con su empresa, no me dijo qué fue, pero
