―¡Por favor, tranquilízate! En la habitación matrimonial se encontraba Jade sentada en la antigua peinadora de Jennifer, deslizando el cepillo de ella por sus cabellos rojizos mientras observaba a Archibald de reojo por el vidrio del espejo. Sus ojos astutos parecían escudriñar cada gesto nervioso del hombre, quien no podía contener su inquietud y daba vueltas por la habitación, agitando el aire con su movimiento ansioso. ―¡Tus idas y venidas solo aumentan mis náuseas!―gritó Jade con tono suave, con una pizca de ironía en su mirada. Archibald detuvo su frenético paseo y se acercó con paso nervioso hacia la pelirroja, sin poder ocultar su preocupación en esos ojos azules llenos de maldad. El hombre sentía una mezcla de dudas y temores con respecto a la nueva Jennifer. ―Ah, es que es muy

