Ciudad de Nueva York, 8:30 pm... «Espero que mi plan funcione con este viejo idiota porque Archibald no sirve para nada» ―pensó Jade con su cabellera roja cayendo en suaves ondas sobre sus hombros, usando un lindo vestido rosa con lunares blancos, tamborileando sus dedos contra el respaldo de un sillón de terciopelo mientras esperaba. Tras unos instantes, el mayordomo llegó hacia ella con su porte impecable y le dijo lo siguiente, con una amable sonrisa: ―El señor Abraham se encuentra en su piscina, pero no se preocupe, señorita ya le avisaré. Jade forzó una sonrisa falsa, con una mueca tensa que apenas alcanzó a iluminar sus ojos. ―Ok. Está bien ―respondió, su voz teñida de una falsa calma. En el corazón de esa otra mansión Lancaster a las afueras de Nueva York, se encontraba el vi

