Ay, ¿por qué este hombre hace acelerar tanto mi corazón ahora?»―se preguntó, confundida por montón de emociones que la embargaba. Elian, un maestro consumado en el arte de la seducción, había conquistado innumerables corazones femeninos a lo largo de su vida. Con una mirada astuta, percibió los nervios evidentes que se reflejaban en el semblante de Virginia. Acercándose a ella con un andar felino, moduló su voz en un tono suave pero firme, en un intento por tranquilizarla siendo un experto: —Espero que no te pongas nerviosa, hermosa Virginia. Solo te dije lo que mi corazón siente —sus ojos oscuros se clavaron en los de ella, atrapándola en su mirada cautivadora e intensa—. Lo único que quiero es que te sientas cómoda conmigo, nunca incómoda. Si en algún momento sientes que te incomodo, h

