Después de unos instantes de silencio cargados de tensión y pasión desenfrenada, el hombre logró recuperar el aliento, y a su vez, salió un poco del trance del éxtasis de aquella potente eyaculación. Por lo tanto, un sentimiento extraño resurgió en medio de toda esa pasión. «¡Ah... será mejor que me baje, esto… ya se está poniendo peligroso y medio raro!»―musitó para sí mismo. Con un suave carraspeo y desviando la mirada, entre jadeos aún con su gran pene dentro de Jennifer le dijo con su voz entrecortada: ―Me voy a bajar, soy pesado para ti. En ese mismo instante, Jennifer mentalmente respondió con lujuria: «¡¿Tan pronto?! ¡Me encanta que me aplastes osote de peluche!» Con una sonrisa cómplice, asintió con serenidad y respondió: ―Está bien. Stavros sacó lentamente su pene dentro

