A la mañana siguiente, día lunes. 6:00 am Los primeros rayos de sol se colaron entre las persianas, anunciando un nuevo día. Un leve golpeteo en la puerta de la habitación de Virginia la arrancó lentamente de su sueño. —Virginia, levántate, debemos irnos dentro de un rato —la voz grave pero suave de Elian la llamaba desde el otro lado. Parpadeando con confusión, la joven se sentó sobre la cama, despeinada pero hermosa con las mejillas rojas por el sueño. Tenia aun su ropa, pero no los zapatos. Elian la noche anterior la había dejado en su cama. —¡Oh, el viaje! —exclamó, recordando de golpe. Deslizándose fuera de las sábanas revueltas, Virginia cruzó la habitación y abrió la puerta para encontrarse con una visión que casi le robó el aliento. Elian se erguía ante ella sin camisa, luc

