Un juego de miradas desafiantes se desató entre ambos, mientras la tensión no hacía más que aumentar. Deseaban besarse apasionadamente y dejarse llevar por la atracción irrefrenable que los consumía, pero ninguno de los dos permitiría que su orgullo cediera tan fácilmente. Así que, Jennifer rompió el hielo diciendo lo siguiente: ―¿Qué sucederá ahora con el contrato? ¿Enviarás a tus matones tras de mí? ¿O planeas quedarte con los diez millones de dólares? —inquirió Jennifer, desafiante en su tono de voz. Stavros, sin permitir que la fachada de frialdad se resquebrajara, respondió con frialdad y claridad: ―Voy a quemar el contrato. Buscaré a otra persona para infiltrarse en la empresa de la mierda de tu esposo. Si decides revelar todos mis planes, eso lo dejo a tu conciencia si quieres sa

