Stavros suspiró, vencido por la sonrisa encantadora y la audacia de Jennifer. Le entregó el bolígrafo con resignación y dijo con algo de preocupación: ―La sangre no se seca tan rápido como piensas, y...debes comer algo. Desayunar es… la comida más importante del día. En ese instante, Jennifer, con una mezcla de intriga y diversión, sostuvo la gota de sangre en el aire mientras firmaba las hojas del acuerdo. Su rostro se iluminaba con una sonrisa traviesa, mientras firmaba porque nunca había hecho algo tan interesante como eso y sus ojos brillaban con una chispa de picardía. ―Lo sé ―dijo ella juguetonamente―pero estaba tan nerviosa que solo me comí un pequeño trozo de chocolate de un paquete de ese que le di a Hermes. Tengo una caja. La ceja de Stavros se arqueó ligeramente en respuest

