Al igual que su mejor amigo Stavros, Elian había tenido hasta ahora una basta cantidad de amantes a lo largo de su vida. Le encantaban las mujeres normales, las citadinas comunes y corrientes. No era muy fan de las prostitutas, porque según decía, que su amor era fingido y puramente transaccional. Aquel moreno, asesino a sueldo, sentía una irresistible atracción por las "Gelinkas", las mujeres comunes y corrientes de la vida cotidiana. Detrás de su fachada ruda y experimentada por las adversidades, de la vida se escondía un alma vulnerable, al igual que su casi hermano “Aquiles” que anhelaban desesperadamente ser amados, en el fondo, gracias a una necesidad arraigada en una infancia huérfana de calor y afecto. De adulto, en Elian, ese anhelo se había convertido en una búsqueda incesante

