En ese instante, Jade al ver que Jennifer la llamaba, se apartó bruscamente de la puerta, y su corazón martilleaba con fuerza dentro de su pecho. Con manos temblorosas, activó la llamada entrante, sintiendo una oleada de emociones encontradas arremolinarse en su interior. Saber que Jennifer apareció, gracias a su obsesión enfermiza, sus emociones se volvieron una mezcla de anhelo y resentimiento. Así que, ella caminando con pasos apresurados hacia el jardín, se llevó el teléfono a su oído, con sus oscuros ojos abiertos de par en par, reflejando una desesperación casi palpable. Su rostro, contraído por la ansiedad, delataba la tormenta que se desataba en su mente. Llamada telefónica: —¡¿Hermanita! ¡¿dónde estás?! —preguntó con voz cargada de obsesión, y cada sílaba estaba impregnada de u

