Mientras tanto, en otro lado de la ciudad…
―¡Maldición, maldición. Ahhh!
Los gritos de frustración llenaban el ambiente mientras Cameron contemplaba con desesperación el cadáver del chofer del camión de drogas. El cuerpo inerte yacía en la cama de la fría morgue, cubierto por una sábana. Con un tono de voz lleno de furia, Cameron dejó escapar su exasperación:
―¡Este hombre era nuestro único testigo para enfrentarnos a ese grupo criminal! ¡Ah, maldita sea!
En ese momento, uno de sus subordinados, visiblemente preocupado, puso una de sus manos sobre el hombro de Cameron mientras observaba fijamente el cadáver. Con tintes de angustia, le informó a Cameron:
―Tranquilo jefe.
―¡Como quieres que me tranquilice! ¡Yo hoy le iba a sacar la información! Pero… tuve que salir porque… queria comp
