Al adentrarse en la habitación del sexo, Stavros se encontró con la mujer que lo esperaba, vestida ya con el conjunto completo ofrecido por la misteriosa caja. Estaba dispuesto a dejar sus preocupaciones. Mientras algunos buscaban refugio en estupefacientes, para él la forma de escapar era a través del sexo. Y esa noche, aquella prostituta sería su anhelada droga, dispuesta a satisfacer cada uno de los deseos $exuales ocultos. Entonces, avanzó hacia ella con paso seguro, clavando en sus ojos una mirada hipnótica que parecía despojarla de cualquier resistencia. ―Me imagino que me complacerás en todo lo que te diga ¿no es así? ―susurró con voz profunda y autoritaria. La mujer, cuyos ojos antes habían vagado hacia la prominencia que se insinuaba entre las piernas de Stavros, le respondió

