Jennifer, quien sostenía firmemente su celular en un elegante trípode que Virginia le había conseguido especialmente para esta ocasión, se encontraba hipnotizada por Stavros, su nuevo y misterioso conocido. No podía evitar notar su encanto sensual, emanado del aura de misterio que lo rodeaba, sumado a su profunda y grave voz, que lo hacían aún más intrigante que cualquier otro hombre que hubiera conocido anteriormente. Con cada palabra que salía de su boca, el pulso de Jennifer se aceleraba, sintiendo la creciente atracción que ni la más inalcanzable de las mujeres podía ignorar. Stavros era como un imán. Así que, ella con su atención hacia él, viendo que su cuerpo comenzaba a tener calor, tragó saliva, y se dijo en pensamientos: «Me gusta su mirada, es tan... penetrante, como si escondie

