Después de que la otra pareja abandonó la estancia, Jennifer se acercó a Stavros y envolvió sus brazos alrededor de la cintura de él, pegando su cuerpo al musculoso torso de su amante griego. Alzando la mirada hacia él con una sonrisa cálida y provocativa, susurró con voz dulce: —Osito, no me gustó verte así de violento, pero te entendí. Elian nos interrumpió en el mejor momento. Te tenia adentro y comenzaba a moverme rico para ti. Stavros la contempló desde su altura, con sus rasgos varoniles suavizados por la ternura que Jennifer despertaba en él. Sus ojos azules intensos recorrieron el rostro de la mujer que había cautivado su corazón, apreciando cada uno de sus rasgos como si fuera la primera vez que la veía. Entonces, con un tono de voz bajo y ronco, respondió: —Sí, me puse de mal

