Elian, encantado con aquella inocencia de joven inexperta, la tomó del mentón con dedos firmes, alzando su rostro hasta que sus ojos se encontraron. Con un tono dominante pero sutil, le susurró con su acento griego bien marcado:
—No tengas miedo. Te trataré como la reina que eres. Te encantará, la pasaras rico, créeme.
Virginia tragó saliva, calmándose un poco ante las palabras reconfortantes de Elian. Reuniendo valor, clavó su mirada en los ardientes ojos de su ahora nuevo amante.
—Es sólo que...me siento tan inexperta y tú te notas... tan experimentado. Tengo miedo de que te impacientes conmigo —confesó en un hilo de voz mordiéndose su labio inferior, un gesto inconsciente de nerviosismo.
Elian acunó las tersas mejillas de Virginia entre sus manos rasposas, y con una sonrisa un tanto
