Stavros con una suave sonrisa le respondió:
―Que comes que adivinas.
―Ves, lo sabía. Eres un peligro andante. Iré al baño cuando aterricemos. Deberías calmarte en mi día. Hoy yo soy la que tomo las riendas y las decisiones ―aseveró Jennifer, con voz firme, desviando la mirada de Stavros hacia el paisaje que se desplegaba más allá de la ventana.
Stavros, incapaz de apartar la vista de ella, dejó escapar un suspiro resignado, refunfuñando ligeramente.
―Ok, hoy seguimos tus reglas. No tengo la culpa que ese vestido me excite tanto. ¿Estás enojada? ―preguntó con curiosidad en su tono de voz.
Jennifer viendo hacia la ventana le respondió:
―No, pero si sigues así de intenso si me voy a enojar, voy a dormir, avísame cuando lleguemos―cerró sus ojos.
Stavros mirándola todo obsesionado, pensó
