La tarde estaba transcurriendo tranquila para Alora, quien contemplaba el detalle que “Eduberto” le había hecho, sin duda alguna, le había arrancado una sonrisa de su rostro. La había puesto de buen humor el pastel. No pudo evitar sentir un ligero cosquilleo en el pecho que la hacía suspirar de vez en cuando.
Se levantó de su lugar para ir con su jefe, ya que algunos papeles necesitaban su firma. Tocó la puerta pero al no contestar nadie decidió abrir la puerta. Se topó con la figura de Killian hablando por teléfono. Notó que la carga de sangre era mayor en su rostro vistiendo el rojo como un símbolo de enojo. Su jefe podía ser el narcisista más grande de todo el país, pero en definitiva nunca lo había visto enojado en todo el tiempo que llevaba trabajando con él.
— … no me vuelvas a b
